domingo, 27 de noviembre de 2011

De la única forma que sé.


Supongo que a veces cuesta deleitarse con una neblina de versos y de prosa grabados a pluma sobre una hoja de papel en blanco, que requiere la más mínima certeza de poder leerlos sin encontrarse apesadumbrados por una puesta en marcha de miles de neuronas que se disponen a volar por un mundo que se escapa de las realidades y con su consecuente lluvia de ideas y de versos que resbalan por una cabeza, unos ojos y una vida que hasta entonces habías llamado tuya. Sin embargo, a veces sucede que unas palabras martillean más que otras y a partir de ese momento ya no se sabe cómo continuar evitando pensar que has leído las líneas de una hoja en blanco que marcarán un nuevo camino a partir de ahora. 

viernes, 25 de noviembre de 2011

Otra dimensión que no les pertenecía

Dos extraños, vidas en mundos opuestos pero paralelos. ¿Cuánto pueden llegar a rozarse dos cuerpos? En realidad, nunca lo supieron, no se mide el placer, no se mide el ego. Se mide la droga, se miden las páginas de los libros, se miden los versos y se mide el tiempo. Justo lo que les sobraba a ambos...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

En el fondo, todos somos un poquito mortales.

Cuando le pedí a Julián que me rescatara del frío optó por poner en alerta todos mis sentidos y los suyos en un compás que recordaría mi suerte un poco más adelante, mi cara descompuesta denotaba el miedo que me producía aquella tarde lluviosa de abril, en la que había hecho más frío que en todo el invierno, muy sutil me supliqué a mi misma que no se me notara que lo que pretendía era que él hiciera de mi miedo una cometa y la lanzara a volar lejos pese a darme miedo las alturas, que me dejara tan sola como para ni siquiera sentir miedo, que la soledad me hiciera sufrir, que me hiciera tanto daño que aventajara mi querida suspicacia, el único de mis temores del que no quería desprenderme, quería que Julián me susurrara palabras al oído, que me enredara de sus despojos y así me convirtiera en la reina de las mezquindades que me solía contar cuando aún creíamos que éramos solo niños. 

Cuando fumábamos porros en la puerta del colegio y parecía que podíamos eternizarnos en aquella estupidez, los dos con la nariz roja del frío y el porro consumiendo nuestra vida y aventajando las ganas de besarnos. Julián siempre me dejaba las últimas caladas porque era frecuente en mí pensar que contenían vida y yo quería que se apagara en mis labios para empaparme así de calor. Pero aquella tarde no era como las demás que habíamos vivido ninguno de los dos, era la tarde en la que le pedí antes de marcharse, que me guardara en una cajita todos los besos que iba a ir perdiendo a lo largo de la vida, para que en futuro pudiera arrepentirme del 99% de los pasos que diera. Era la tarde en la que lo perdería para siempre, la única tarde de toda mi vida que pesaría sobre mi conciencia el resto de mis días. Por eso ya tan solo quería que Julián me rescatara del frío y me dejara sola, porque no había motivos para eternizar más la agonía. Abrió su fría y pequeña mano y reposaba un trozo de papel sucio y ajado sobre ella, me pidió que lo cogiera y que lo leyera cuando estuviera sola que así siempre quedaría la llama por si algún día necesitábamos resurgir de nuestras cenizas como el ave fénix de los cuentos de los que hablaban los niños.
Julián y Lillith ya no se querían y los dos lo sabían, era un hecho que martilleaba en las conciencias de cada uno, recordándoles que aunque lo hubieran intentando, ya no eran inmortales como cuando se amaban.

Oviedo, 7 de noviembre de 2010.
(Devuélveme la inspiración, cuidad de la lluvia, que te la quedaste toda)

sábado, 19 de noviembre de 2011

A veces pienso, y luego no soy nada.


Soy una extremeña sin acento, una española sin sentimiento y una ciudadana de un mundo convencido. Soy una loca sin un loco, incompleta, surrealista. Soy el verso de una prosa, y la prosa de una canción de puro rock. Rock en sangre que se lleva innato y en la piel va grabada la memoria de todas las canciones de una vida que puede llamarse mía o no, según se comparta. Compartida tengo el alma entre miles de lugares y 7 personas a lo sumo. No sumo metas, sumo sueños y los dos más grandes de todos ellos los cumpliré, vaya que sí. Sí estoy segura de lo que quiero y obvio si algo no me gusta lo ignoro, paso de ti, y aquí no ha pasado nada. Nada aportaron. Y nada siguen aportando, mejor la verdad. Esta extremeña sin acento no os necesita. Pero no me faltéis anda. Que os echaré de más, por si teníais alguna duda. Dudas y viceversa es lo que detiene el mundo, la vida y su consecuente felicidad. Felicidad es un nombre propio, es una forma de pensar, igual que el nihilismo, hedonismo, estoicismo. No soy estoica precisamente. Soy más natural, quizá algo hedonista, pero no quiero presumir. Presumo de no ser una persona religiosa, porque si que tengo fe, eso no me falta, mi dios son las personas y mi fe está en la humanidad. La confianza da asco y en mi caso es ciega. Sí, por si alguien no lo había cogido, tengo demasiada confianza en la gente. Gente es el motor de la vida, de las cosas, del universo y de mi corazón. Valiente corazón que traspasa fronteras el mío. O eso me hace creer el muy cabrón. Cabrón, te define a ti, guapetón. Guapetón es lo que no eres, pero no te guardo rencor por eso, sino por ser quien eres, que no es poco. Poco es lo que me gusta esta ciudad que cala hasta los huesos con su frío sin sentido y su calor que deja a medias. Medias que tú me dijiste que nunca te pondrías, lo respeto. Respeto por todos y para todos, paz y amor, ¿dónde está el movimiento pacifista que este mundo pide a gritos? Gritos, no me grites, gritos que no das, ni a mí ni a nadie. Nadie está ahora. Y ahora… ahora es el momento de soñar y dejar de sobrevivir por un tiempo. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Buscaba frío, pero el calor le sorprendió

Tómate un café ardiendo mientras escuchas a Bob Marley, de fondo el claxon del taxi que te llevará al fin del mundo cualquier día de estos. Serpentea con tus manos la taza que reposa sobre la mesa y enciéndete un cigarrillo, de esos que avivan las impresiones y apagan las penas, lee el primer libro que encuentres, un párrafo y escribe lo que se te pase por la cabeza para liberarte de tu realidad. Piensa en caliente que en frío solo lleva a la preocupación y desátate de tus rutinas y miedos. Saborea el café mezclado con nicotina y no te sientas culpable por ello. Como un buen baño de agua caliente con sales o pétalos de rosa. Haz caso omiso del camarero o la gente que te mira raro por tener en tu mesa papeles revueltos, gotas de café esparcidas, libros o discos viejos, como si son de vinilo. Procura sentirte vivo o viva según se mire. No te acuerdes de nada, olvida tu pasado y no intentes planificar tu futuro. Cierra los ojos y siente lástima por lo que no pueden soñar. Enciende tus pupilas al calor del café y no llores. Que no te vean llorar. Procura alimentarte de dudas que enervan el alma. Fuma hasta que te tiemble el pulso y no sepas como deshacerte del resto del mundo, que ese es el verdadero estado sublime. No tengas miedo, solo es un café, solo son pensamientos sobre una mesa que no tardarán en desaparecer, a menos que los escribas. Intenta imaginar tu cara en ese momento, tus pupilas dilatadas, tus finos labios temblando de miedo, tus mejillas sonrosadas por el calor, tu nariz sin dejar de respirar, y siéntete atractivo. Vuelve a sonar el claxon de aquel taxi, hoy no te apetece ir al fin del mundo, quizá mañana. Hoy dedícate por completo a ti, a quererte un poco que ya va siendo hora. Que el café, ese cigarrillo, ese libro, esos folios en blanco y esa música de Bob Marley sean tu mejor amante, tu mejor orgasmo, tu mejor porro, tu mejor sonrisa. Que el resto de cosas que podrías enumerar en una lista se alejen hoy de ti, que no te hagan vasallo de sus superficialidades. Hoy, es tiempo de creerte el ombligo de tu propia vida. De tomar las riendas de tus segundos. Tic, tac, tic, tac...