sábado, 22 de diciembre de 2012

Una intromisión. Gente que pretende comerse el mundo sin engordar ni un solo gramo.


Hablarán de la cantidad de cosas que nunca podré hacer, como método para ensalzar las que sí que lograré.

Hablarán horrorizados de la cantidad de muertes diarias que se producen en el mundo, pero no discutirán sobre cuál es el remedio para evitarlo.

Hablarán de que leen muchos libros pero no de que leen varios periódicos para saber qué movidas hay fuera.

Hablarán de lo vagos que son los perroflautas, pero no de que hayan conocido a alguno y sepan que hay detrás.

Nos contarán tantas mentiras que no sabremos cómo empezar a cambiar las cosas.

Dirán que creer en Dios nos salvará del pecado eterno, pero no hablarán de la libertad que supone vivir sin tener que complacer a un Dios que nunca nadie vio.

Dirán que estudiar en la universidad es bueno para crecer, pero no te dirán que les cuentes que aprendes para que crezcan ellos también.

Hablarán sobre lo que saben y sobre lo que desconocen, sin filtro, sin frenos.
Opinarán sobre su posición ante un conflicto pero no te dirán que les cuentes qué opinas tú para intentar entenderte.

Hablarán sobre su vida ninguneando tus problemas para alimentar sus egos culpables y victimistas y no sentirse así tan mediocres.  

Hablarán sobre la muerte y que quieren hacer cuando esto pase… Ah no, no, de esto no se habla, perdónenme.

Dirán que las tradiciones son buenas, que son cultura, pero si les preguntas qué es la cultura igual no saben ni responder.

Hablarán a tus espaldas, criticarán a tu paso pero el pasotismo se lo lleva todo por delante.

Dirán siempre que tienen mucho que estudiar y quizás deberían plantearse si decir aprender, que suena más bonito.

Hablarán de todo y más, llevándose por delante todo lo que encuentren a su paso. Son el tsunami de las telecomunicaciones y los labios saltones dispuestos a comerse el mundo pero eso sí, sin engordar ni un solo gramo.

Estudiar, eso sí, para aprobar.

Leer, eso sí, lo que escriben tus colega ni lo mires.

Creer, eso sí, sin cuestionarse.

Y me tiraría horas intentando hablar de todo lo que hablan esos cuerpos a los que no pondré nombre. Qué yo también se hablar. También se contradecirme.

Que los mediocres nunca destacan, aunque me sirvieran de inspiración.

Y joder, ahora que lo pienso… También hay musas malas y de eso no me había dado cuenta. Sacar tajada de ello igual también es útil. 



martes, 18 de diciembre de 2012

Y se hizo la palabra de la cordura pese a todas las cosas


Nunca habrá luna de miel, ni boda feliz, ni un anillo de diamantes, ni invitados esperando dentro de la iglesia, no habrá un futuro marido perfecto con el que compartas sonrisas cómplices antes de dar el gran paso.  No tendremos flores, ni velas, ni vestidos preciosos. Probablemente no disfrutemos de ningún año de casados, ni al cabo de los años haya niños correteando por la casa. Nunca nos unirá una hipoteca, no habrá besos al volver del trabajo, no habrá noche de bodas, no habrá discusiones de pareja, ni crisis matrimoniales por la convivencia.

Sólo habrá un silencio atroz cuando cada uno llegue a casa, los mismos platos que dejaste sin fregar seguirán en su sitio, el sofá estará libre, el hueco de la cama tal como lo colocaste, ¿La música? Cada uno con sus cascos, mis libros en mi pequeña biblioteca, los tuyos metidos en cajas, el olor de la casa siempre será el mismo, el que te acompaña a la calle y el que vuelve fiel contigo. Tal vez el olor sea lo más fiel que encontremos en esta historia. Cuando tú entres por tu puerta y yo entre por la mía. Cada uno en su casa, con toda la vida y la distancia de por medio. Cuando ya no quede nada que nos una, nada a lo que podamos echarle la culpa de habernos juntado. Nada.

No dudo que seamos felices cada uno en lo suyo, éxito profesional, muchos amigos, una buena relación con la familia… Incluso una pareja que nos de la estabilidad que nosotros siempre nos quitamos. Aunque nada de todo eso, por muy felices que seamos,  podrá nunca sustituir la falta de tu cariño.

sábado, 8 de diciembre de 2012

No me tapes los ojos, que quiero mirar.


Nos pasamos la vida escuchando consejos. Desde que nacemos a nuestros padres les dan consejos sobre cómo deben cuidarnos, darnos de comer, cambiarnos… Hasta que morimos, aconsejándonos la extremaunción para salvarnos del pecado eterno. Consentimos escuchar consejos en todos los aspectos y en todos los momentos de nuestra vida, tanto para cosas importantes como para cosas vulgares que carecen de valía o son simples detalles. 

Nos aconsejan no subirnos a lugares altos cuando somos pequeños, nos aconsejan cual será el mejor instituto, el orientador nos aconsejará que carrera debemos escoger, nos aconsejan cuando decidimos tener algún escarceo amoroso con alguien. Nos aconsejan para todo lo habido y por haber. Pero nunca lo pedimos. Permitimos que hasta cuándo vamos a comprarnos ropa el/la dependiente nos aconseje sobre qué prenda nos queda mejor. 

Y todos los consejos son absolutas y verdaderas patrañas que nos inducen a creernos más seguros de algo, provocando en nosotros una falsa ilusión de acierto. Si seguimos el consejo no fallaremos, como mentira universal. Los consejos son algo que está completamente sobrevalorado y que en realidad no necesitamos. Que nadie nos quite el privilegio de equivocarnos por nosotros mismos. Que si la cagamos sea porque lo decidimos nosotros, porque cagarla por seguir el consejo de alguien es algo que me da verdadero asco. Y hablo por mí misma, que he sido la primera en oír consejos que no quería escuchar y que no necesitaba. La primera en pagar el error de seguir un consejo de alguien que ingenuamente creía conocerme. Nadie te conoce mejor que tú mismo,  y nadie mejor que tú para asumir tus errores. Porque los consejos no tienen feedback o retroalimentación, qué va, el consejo te lo dan pero el que paga el precio eres tú. Siempre es así. 

Somos unos completos dependientes de la sociedad y de las personas que nos rodean en cuanto a eso se refiere. Blandos. Paranoicos. Siempre con la puta necesidad de que alguien nos diga que se ve desde fuera o qué es lo que mejor podemos hacer. “Abrir los ojos” otro concepto que no soporto. ¿Abrirme los ojos? ¿Qué pasa, que no me miraste a la cara y viste que los tengo bien abiertos? En el sentido más literal de la palabra. Yo no quiero que me vendan un futuro más brillante si tengo el mejor presente del mundo aunque viva a ciegas. Aunque viva en el mundo de la piruleta. Me da igual, porque si lo he decidido yo gozaré del placer de equivocarme y de renovarme.

Y luego, cuando todo esto termine, yo lo que quiero hacer con frialdad, con firmeza y con una seguridad plena en mí misma, es no volver a consentir ningún consejo de nadie que no he pedido y que no necesito.

Así, sin más y como dato. Romper definitivamente mi relación con los consejos. Dejarnos para siempre. Porque si algo habéis conseguido es que crea que soy más capaz que nunca de tomar decisiones por mí misma sin consultarlo con nadie.

Pero sin prepotencia alguna, por favor. No vayan ustedes a pensar mal de mí. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Vudú ortopédico.


Salía a la calle, se ponía la capucha y soñaba con las hojas de otoño. Evitaba miradas, se quería más que nunca en la acera y se reía. Pensaba “la vida es tu amiga, no tu enemiga” y echaba a correr. Se acordaba del futuro en un árbol y su fruta, tan puta, no la sabía responder. No tengas miedo decían, aprende a conformarte contaban, pero lo que ellos no sabían es que volaría… Algún día volaría cuando el otoño se hubiera ido y cuando sus pasos los decidiera ella, y no la vida, que no era tan amiga como pensaba. Que la vida es un pasaporte para irse a cualquier parte, que esto no va de colegas tía. 

Ante la mirada atónita de los que nunca creyeron en ella. Con que creyese en sí misma ella, sobraba y bastaba. 

"Nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores..." - Chavela Vargas. 

jueves, 25 de octubre de 2012

Osadía invertebrada


He contado mentiras a los gatos que pasaban por la calle y luego he esperado a ver cómo reaccionaban. Les he hablado en el lenguaje de gatos más apoteósico que se pueda encontrar.

He fracasado cuando intenté estirar mis brazos para tocar la luna y mucho más fracasé cuando lo intenté durante el día, maldiciendo al sol por toda la oscuridad que anhelaba. Os juro que se rió de mí.

He escondido objetos valiosos de personas ajenas a esta ciudad, los enterré bajo la arena y me olvidé de recogerlos para darles algún uso.

Nunca fui melómano y fingí que lo era para desengañarme de este mundo tan atroz en el que solo podía salvarme una flauta dulce sonando con una canción de alguien que únicamente tocó en el metro.

Borré las heridas de mis recuerdos con un estropajo viejo restregándomelo por piernas y brazos como si fuera un salvaje intentando hacerse daño.

He olvidado mis años de penitencia en un bar de copas mientras leía a Eduardo Galeano a la vez que tomaba un café irlandés y comía un trocito de tarta de arándanos.

Odié a poetas que no tenían musa y me intenté camuflar entre los abismos de una fotografía en blanco y negro para que alguien me adoptase cómo inspiración suprema.

Me perdí entre las trincheras de una guerra de globos que inventamos los chiquitos de aquel barrio obrero que siempre tenía confusión para determinar cuál era la derecha y cuál era la izquierda.

Lloré al comprobar que la yema y la clara de huevo medio vacío se habían separado y tiraban de mí en sentidos contrarios.

Me empapé de luces, sombras y reflejos hasta alcanzar la figura chinesca perfecta que definiera un ovillo de lana que algunos osaron llamarlo Planeta Tierra.

Me aventuré sin sentido, sin ganas, sin esmero, dispuesto a no encontrarme jamás por miedo a darme cuenta de quién era realmente.

Me odié más a mi mismo que a nada ni a nadie en todo el universo. Y cuando me culpé por ello, solo pude que odiarme más.

Aún no recuerdo el momento en el que me lancé al vacío de oportunidades y las dejé pasar todas, una a una delante de mis ojos, fingiendo creerme dueño de todas mis decisiones.

Intenté más adelante aplicar toda esta sarta de interioridades a cualquier vida común y corriente, a espacios elocuentes y a momentos suspicaces de quienes nunca me leerán.

Y si el éxito también es aplicable al fracaso, diré que acerté de lleno.

jueves, 11 de octubre de 2012

Echenme a los leones, no merezco opinar.


A todos los jóvenes nos han dicho alguna vez esa perlita de “bendita juventud, cuántos pájaros tenéis en la cabeza”, supongo que hablo desde el prejuicio, la generalización, la experiencia de mi juventud y en nombre de todos esos pájaros tan sumamente especiales, pero he de decir que vosotros, tan maduros, tan serios, con tantos cargos a vuestro nombre, tenéis la cabeza llena de jaulas, sí, jaulas dónde se presupone queréis encerrar todos nuestros pájaros, dónde les adoctrinaréis para un mundo cargado de responsabilidades y obligaciones, un mundo donde prevalece la realidad y dónde no hay espacio para ilusionarse, para soñar o para luchar por lo que verdaderamente crees.

Yo pensaba que eso de hacerse mayor era seguir creciendo cada día, seguir teniendo tiempo libre, disfrutar con los amigos y con tu pareja, no dejar de aprender, enseñar y disfrutar con los pequeños, trabajar, saber cocinar y disfrutar mayoritariamente de una vida que consideres plena y en la que se te sientas medianamente feliz. No le echemos la culpa a los tiempos que corren, al dinero. Hoy en día hacerse mayor significa hipotecarse, no tener tiempo, aguantar a tus hijos, trabajar de algo solo por el dinero y no porque te gusta. Nos volvemos tan sumisos, ¿En serio? Sumisos de lo que siempre cuando éramos niños renegamos. En qué momento de tu vida, decides que crecer y madurar significa que todos tus sueños deben caberte en un piso de 80 metros cuadrados. Qué no hay lugar para tener pájaros en la cabeza o ilusiones estúpidas. Y lo peor de todo, en qué momento de la vida hablamos en nombre de esas jaulas con orgullo y superioridad, quedando a la juventud, qué tu también representaste en su día, cómo ilusos, niños, infantiles y exentos de cualquier responsabilidad. Perdónenme que les diga, a todos los adultos que hablan desde esa perspectiva que acabo de describir,  ¿Tan pronto se os olvidó que tuvisteis 20 años? Tan sabios os creéis metiendo aquí para justificaros a la pobre experiencia, a la que ni la va ni la viene, pues esto va de principios, para decirnos a nosotros lo que no podremos hacer.

Por cada vez que decís: “Qué de pájaros tienes en la cabeza” ; “No lo conseguirás, ya es hora de que madures” ; “Es imposible, para eso tienes que tener mucha suerte” ; “Eso no tiene salidas” Y demás soberanas estupideces que sólo pronuncia un frustrado, que todavía recuerda el día que él no lo logró, una pequeña ilusión muere. Tú no eres nadie, para decirle a alguien que no va a lograr algo, no eres nadie para dar un consejo negativo y que no te han pedido.
Supongo que si alguna persona que dijo esas frases, un adultito típico de este panorama lee esto, pensará que soy una niñata, una infantil y que me daré de bruces contra la realidad. No os culpo, no sois vosotros los que habláis, es la sociedad que consiguió domesticaros la que se pronuncia en vuestro nombre.

Nuestros pájaros, nuestra libertad.
Vuestras jaulas, vuestra realidad.

Un irónico saludo a todas las personas que se dieron por aludidas. Critíquenme, eso significa que desde mi infantil cabecita puedo mover pensamientos ajenos, y eso señores, es un lujo del que no todo el mundo puede presumir.
Muac.

martes, 4 de septiembre de 2012

Amores y sermones.


¿Cantidad o calidad?

¿Quererse mucho o quererse bien?

Yo me quedo con la calidad como pretexto significativo para justificar por qué lo nuestro no saldría bien nunca. Nos queremos mucho pero de una forma horrible. Nos hacemos daño queriéndonos. Nos hacemos daño estando juntos y estando separados. No hemos sabido querernos en la puta vida. Y el amor por muy infinito que sea (y permítanme decirlo si cabe, eso no me mide por tuenti) si no hace feliz no merece la pena. Y aunque joda reconocerlo nunca nos hicimos felices. Jamás de los jamases. Bah. ¿Intentarlo nosotros? Por supuesto, solo por demostrar mi teoría eh. Aunque sinceramente ojalá me equivocara, y sin que sirva de precedente pues soy tremendamente inestable emocionalmente, daría todo lo que tengo por equivocarme. Por creer que lo nuestro funcionaría en este mundo y en esta vida. Ya he perdido la cuenta del tiempo que llevo queriéndote así que o damos esto por zanjado de una puta vez o lo hacemos el error más grande jamás cometido.

lunes, 6 de agosto de 2012

Tiranos de la soledad


Creo que nunca tuvimos suerte. Nunca tuvimos esa furia dentro para pensar que todo saldría bien. Nos sobraban versos pero nos faltaba motivación, teníamos todo lo que otros quisieran tener, todo el mundo a nuestros pies esperando nuestro asalto a mano armada para acabar con lo que se nos pusiera por delante. Éramos jóvenes y valientes, además nos gustaba el vino blanco y salir a pasear. La suerte ya se nos había escurrido entre los dedos algunos años antes y no quedaba el más mínimo atisbo de esperanza cerca. Todo salía mal y todo lo hacíamos mal, la combinación perfecta de puro fracaso. Éramos el fracaso en persona, incapaces de ver más allá, por eso lo perdimos todo. Todo con lo que habíamos soñado, todo lo que nos pertenecía, nos perdimos incluso nosotros mismos. Nunca tuvimos suerte 
exactamente porque pensábamos en ser unos solitarios de por vida.

 Vivir solos, morir solos.

No necesitar a nadie nunca, no pedir ayuda y vivir de la forma más independientemente posible se presentaba demasiado tentador, tanto que no pudimos resistirnos. Nos creimos dioses de nuestra propia existencia, nos creímos que nuestros caminos llevarían a Roma sólo si íbamos solos. Y la suerte no está hecha para los individualistas. No, claro que no. La suerte es para los que viven rodeados de personas, porque la suerte, son justo esas personas que nos faltaban a nosotros. Nosotros… Que vivimos el día a día al más puro estilo “por si no existe mañana”. Nosotros que fuimos amantes de lo efímero, y que nos encadenamos a la forma de vida que reza que la felicidad reside en las cosas pequeñas, más en lo fugaz que en lo para siempre.

Pero ya no creo en la suerte. Creo en ti y podemos ser dos solitarios que comparten su tiranía de este mundo por vivir solos y morir aún más solos. 

domingo, 22 de julio de 2012

Esto no tiene título, en todo caso tendría mil postdatas


El mundo es raro. Nunca es como nos imaginamos, empezando porque pensamos que todos somos iguales y cada persona es una galaxia diferente con diferentes sistemas solares y girando alrededor de distintos soles. Yo creo que eso de que existe un alma gemela no puede ser cierto, no creo que haya dos personas tan parecidas. Yo pienso que cada uno tiene a su polo opuesto en este mundo raro, un polo opuesto que discrepa con cada detalle de su otro polo. Porque el mundo es raro, tan raro como para ser de la forma en que nosotros lo  creamos. Si tú quieres encontrar a tu alma gemela probablemente la encuentres. Pero sinceramente creo que el mundo es demasiado grande como para que la encuentres en tu cuidad o en tu pueblo. Qué casualidad sería eso ¿no? Nos han enseñado a conformarnos con lo que encontrábamos a nuestro paso, pero sólo un rebelde encuentra lo que busca realmente. 

Yo quiero que mi polo opuesto sea una galaxia rebelde, un inconformista de todo corazón, de todo sol. Quiero encontrarle y decirle que es mi galaxia favorita y que nadie nos hizo para estar juntos sino que nosotros lo quisimos así, con todo lo raro del mundo. Quiero que toda su galaxia se redima en unos liliputienses y unos ratones que buscan el queso en ese laberinto que yo quiero que sea el mundo. Que sea un fisgón en esto de la vida para ir de cabeza a por todo, y que la libertad sea su único tesoro. Porque yo a esa galaxia le propondría el plan de borrar todas las fronteras de este raro mundo para descubrir por nosotros mismos que todos somos diferentes, le diría que movería el mundo con tal de encontrar un imán que nos uniera a los dos polos. Y ahí lo dejo. 

sábado, 9 de junio de 2012

Ponemos precio a casi todos


Nos pasamos la vida esperando que ocurra un milagro. Que suceda algo que lo cambie todo para siempre. Que borre en un instante eso que nos hace dudar, que nos hace titubear ante una situación. Ya lo dije en su día, somos demasiado vulnerables. 

Nos venden ese milagro que lo cambiaría todo como una única opción y nosotros lo pagamos con creces. Nos hipotecamos con cualquier cosa, con banalidades. Ponemos precio a casi todo, a casi todos. Y luego lo arreglamos con el autoconsuelo, con la salvación y con el perdón. Nos estamos hipotecando cuando nos dejamos llevar por el peso social, por las modas, por el consumo, por el qué dirán. Nos estamos hipotecando porque hacemos esas cosas por un fin, sin importar el medio. Y ese fin nunca justifica los medios. Pero no lo queremos ver, porque somos demasiado vulnerables, tanto como para pensar que si no nos hacemos preguntas, si no nos cuestionamos por qué las cosas son así, seremos más felices. Eso que dicen que la ignorancia hace más felices a las personas es la mentira más comercial. Te hace más susceptible, te hace más moldeable, te une al grupo de borreguitos que hace que tenga la imperiosa necesidad de tener un líder o un Dios ahí arriba porque son incapaces de tomar decisiones por sí mismos, son incapaces de vivir reconociendo como suyas las culpas y los fracasos. Necesitan vivir con la seguridad de que hay alguien superior a quién aferrarse.

Hacerse preguntas es el motor que mueve y cambia el mundo. Pero a eso no te enseñan en el colegio. Porque si te lo enseñaran entonces tendrías la capacidad de pensar por ti mismo, de cambiar las cosas, de ser único y eso se cataloga de revolucionario y antisistema.
Y así, pasan la vida esperando que ocurra el milagro. El milagro que les haga ser más felices, mejores personas, que justifique sus medios. El milagro que les niegue que todo esto es verdad. El milagro que les demuestre que no son unos borregos detrás de un pastor inepto o inventado por los débiles para salvarse.

El inicio del gran problema, de los grandes problemas está en la educación que recibimos, en la educación escolar que empieza en infantil y que te va negando poco a poco la capacidad de hacerte preguntas y de pensar diferente. Porque las cosas son así y punto. Porque no te puedes salir de las líneas al colorear un dibujo. ¿Por qué no? ¿Por qué está mal? Y esa es la gran paradoja de nuestra sociedad.
Y añado un párrafo de la novela de Roberto Iniesta: “Esa mayoría con un cielo a medida, construido especialmente para ellos, y un infierno para sus enemigos y para los que piensan de diferente modo.”

viernes, 1 de junio de 2012

El punto de inflexión


-       -   Coge la mochila, vamos a llegar tarde. A ver qué llevas que no podemos cargar mucho peso, esta mochila la vamos a llevar todo el camino a la espalda así que procura meter solo lo realmente necesario.
Lo necesario sí, lo que des por seguro que te va a ser de utilidad, no llenes tu vida de por si acasos nunca, todo lo demás es secundario. Deja tus estudios aquí, no se te ocurra llevártelos. También deja el maquillaje, los tacones y todas las fotos. No lleves recuerdos de ningún tipo, ni se te ocurra meter ningún nombre propio. A dónde vamos la carrera no te será un suplicio y no la echarás de menos. No tendrás que acordarte de nadie, porque vamos a renovarnos, vamos a vivir. Y sabes que no se puede vivir dando explicaciones al pasado ¿No? No te hará falta el maquillaje, la ropa mona o los tacones porque no vamos a disfrazarnos de quién no somos. Allí las apariencias no valen una mierda, somos lo que somos y vamos a creérnoslo de una vez por todas. Ah, espero que todo te coja en la mochila porque no podemos facturar. No podemos estar pendientes de algo que no viene con nosotros. Qué no se te olvide llevarte el protector solar, eso sí que es importante, hay que estar bien protegidos cuando el camino se haga largo y no haya sombra para protegernos, en el sentido más surrealista del término. Llévate todas las ganas empaquetadas en pack de dos, vamos a necesitar meternos unos buenos chutes de vida de vez en cuando, para no decaer. Recuerda que no llevamos recuerdos y no podremos refugiarnos en nada. Llévate algún libro o apuntes de Millás, de Galeano, de Bukowski, de Reverte… y de todos los que se te ocurran, nunca quise nada tanto como leer contigo debajo de la luna. Como leerte a ti. Llévate unas zapatillas cómodas para patear el mundo y un cuaderno para escribir nuestras memorias.
Y creo que ya está, ya no añadas nada más, todo las demás cosas que nos vayan importando o vayamos necesitando las buscaremos por el camino. No te preocupes, las cosas aquí se quedarán a buen recaudo. Cierra la mochila y vámonos, venga, es hora de subirse al avión. Es hora de recapitular nuestra vida. Vamos a encontrar el sentido de nuestro presente, ya pasamos demasiado tiempo pensando en el futuro y en la vida de otros.

-         - Joder, pensé que nunca me ibas a decir esto. Pensé que nunca iba a llegar el momento de vivir, el punto de inflexión que cambia lo que soy por lo que realmente quiero ser. Mochila lista. Vámonos para no volver. Quiero desintoxicarme de todo. De todos. 

martes, 15 de mayo de 2012

No ser de mayor, ser de mejor.


Quería coger la puerta e irse, eso era obvio. Recapacitar sobre cada paso que había dado a lo largo de esos últimos años, demasiados errores que llevarse hasta ser viejo, normas propias incumplidas y un sinfín de detalles de lealtad derrochados. 


Caminaba despacio, cabizbajo, yo diría que hasta con lágrimas en los ojos, arrepentido y nauseabundo. Él nunca había estado solo, estaba casado pero no tenía hijos, vivía en un pequeño pero acogedor piso en pleno centro y su trabajo le proporcionaba el dinero suficiente para permitirse cenar en un restaurante todos los domingos. Vida normal, lo llamaba él, un trabajo, una casa acogedora, una esposa que le quería... 



Sin embargo le faltaba algo, supongo que eso que dicen de que uno nunca está agusto con lo que tiene, o simplemente se había dado cuenta de que toda su vida había estado esforzándose, primero en casa de sus padres y luego con su mujer, por ser alguien que no quería ser. El sentido de su vida, no se hallaba en aquella casa con esa mujer, con ese trabajo. 



Andando, recapacitaba sobre quién era y quién no era, por qué había dejado que el peso social lo encaminara hacia una vida que él no deseaba... 

Pensaba que si su vida hubiera estado guiada por otros principios, que si alguien le hubiera advertido de los peligros de una vida futura inmersa en el qué dirán, si hubiera sabido que dejar de lado los propios ideales y los sueños no trae la felicidad… ahora no estaría tan perdido.
Probablemente sus padres no le hubieran apoyado,  no hubiera terminado la carrera, ni siquiera habría conocido a su mujer, pero ¿Quién dijo que necesitara todo eso?


Ya era tarde, el cielo se estaba oscureciendo y debía volver a casa, su esposa le tendría la cena caliente puesta sobre la mesa y mañana un monótono trabajo le esperaba de madrugada, era tarde para casi todo. Su vida se apagaba como el día que se iba. Como la rutina que le empapaba para casi todo.



Y pensó, esta vez llorando como un niño "¿En qué me he convertido? ¿En qué paso mi vida entera se desvió? ¿Cómo voy a continuar sabiendo que no soy quién quiero ser?”


Seguramente se le pasó por la cabeza abandonar a su mujer, dejar el trabajo y largarse con lo puesto a buscarse a sí mismo, pero no podía. Ese estilo de vida ya le había carcomido por dentro lo suficiente para quitarle las ganas de cambiar. De ser feliz.

Y entonces yo pienso en tres opciones: si toda la gente que vive así se sentirá como él o si serán felices de verdad. O si por el contrario, creen que son felices porque nadie les advirtió de todas esas cosas y nunca conocieron otra forma de vida. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Y añado un párrafo final de Chinato:
“Hay que dejar el camino social alquitranado porque en él se nos queda pegada la pezuña, hay que volar libre.
Pero ahora prefiero ser un indio, que un importante abogado” 



Escribí esto el 14 de febrero de 2010. Supongo que no he cambiado tanto.

miércoles, 2 de mayo de 2012

El mismo ideal


Apareció en su vida como un desayuno de café recién hecho y tostadas que impregnan con su olor toda la casa, como cuando suena en la radio tu canción favorita y justo en ese momento sonríes sin querer y sin notarlo. En esa fracción de segundo que marca la diferencia entre efímero y para siempre. Apareció con una cerveza en la mano y ganas de una buena conversación trascendental, desde música hasta religión o política. Le habló de ciudades y de noches de verano.
El día que apareció y recordó el olor del café recién hecho porque parecía que estaba en casa. Qué era casa.

No existe un momento perfecto o un lugar adecuado para aparecer en la vida de alguien… Pero de todas formas eso sería sumamente monótono. En la vida de alguien se irrumpe de forma inesperada y se transforma todo. Todo lo anterior deja de importar, al menos durante esa fracción de segundo, dónde prevalece lo efímero ante cualquier otra cosa. Una persona aparece en tu vida, cuando realmente te cambia la forma de ver el mundo, si no hace eso simplemente fue uno más, que estaba de paso y paró en el autoservicio de carretera que casualmente eras tú.
Aparecer y desaparecer, las dos situaciones ocurren igual. Pero huelen diferente y dejan un sabor de boca distinto. También se desaparece en una fracción de segundo, como cuando estás comprando unos billetes de avión para volarle. Y desaparece. Y tú te quedas sobre tierra mojada con los pies hundidos bajo el suelo, intentando soñar sin contar con esos billetes,  incapaz de andar y mucho menos de volar. Y ahí está el detalle  que marca la diferencia. Cuando aparece, tú puedes volar, eres capaz de ir mucho más lejos que nunca antes, y vuelas mientras recuerdas el café, tu canción favorita y amanece en Copenhague.

Y cuando desaparece… lo que ocurre es que ya no puedes volar como antes. Pero te deja algo más importante que eso. Te deja un ideal y los ideales no se van si tú no los echas. Y eso, es lo más importante de que alguien aparezca en tu vida a pesar de que luego se vaya. Que te deje un ideal de vida. El mejor de los ideales me atrevería a decir. 

jueves, 22 de marzo de 2012

Somos tira y afloja

Tenéis que saber que nosotros somos los raros, los que callan, los que gritan en silencio, somos los distintos, los apartados y los feos. Somos los escondidos, los que nadie busca y nadie mira porque no quieren verse. Un puñado de rabia de flor en flor que nadie huele. Somos los de perfil en redes sociales pobres, cautivos y risueños. Somos nuestras propias decisiones le pese a quién le pese y le guste a quién le guste. Somos el olvido personificado ¿A que ya no te acuerdas de mi? Pues eso. Somos los que crecemos a base de otras personas, construyendo una mente con todo lo que aprendemos de los demás.  

Somos los que vamos a buscarte como si nada hubiera pasado, como si todo fuera fácil y entendiéramos de una vez por todas la forma en que te quisiste. Como te quisiste los martes y nosotros pensamos en ti los miércoles, como nos repartíamos los meses para pensar los unos en los otros sin que coincidiéramos, para no sobrecargar el amor que nos deberíamos haber tenido. De como nosotros éramos los jueves de borrachera y tú eras la resaca de los domingos. Un mundo y muchos años repartidos entre dos distancias en ese tira y afloja que terminó por volvernos locos a todos y provocó qué tú nunca pudieras entender lo que pasó en realidad. La realidad y la razón que provocaron que escribieras esa carta entre cenizas de otoño que los que somos ahora leímos entre sollozos intentando averiguar por qué te volviste una persona normal.


- Saqué de un texto cifrado que me volvió loca mientras lo escribía y lo pensaba este intento de carta entre cenizas de primavera -

miércoles, 7 de marzo de 2012

Que lo que vales tú, no lo valga nadie nunca

Se ha ido.
Se ha largado para llevarse las dudas y que vivas sin espejos de indecisión, para que no te arropes con las sábanas de la decepción al no encontrar su olor.
Vale, vete, pero nunca cambies, que ni siquiera las expectativas más altas se merecen eso. Que lo que tú vales, no lo valga nadie nunca, no les des ese privilegio.
Bueno, si te quieres ir hazlo por la puerta grande para que todos puedan ver a quién se están perdiendo, a quién dejaron escapar.
Sigue con su cine y con su música, a ellos sí que se los lleva, no los deja tirados, puede que valgan más qué tu. O al menos él sí te puso precio.

Se ha ido. Se ha escapado.
Desde el mundanal ruido hasta vetetúasaberdónde.
La gente le puede ver todavía por las calles o por los bares a los que solíamos ir, pero solo ven su cuerpo. Su mente ya no está.
Ya no escribe igual, seguro que hasta su tono de voz ha cambiado y cómo me gustaría saberlo.

Se ha ido. Se ha escapado. Se ha marchado.
Supongo que le cansaban las rutinas de su vida, las chicas que conocía y las cervezas de siempre.
Espera, aún puedo mirarte en fotos y en ninguna sales sonriendo. ¿Por qué no me habías dicho nada? ¿Y por qué me lo dijiste todo con ese “ya es tarde”?
¿Por qué me hablabas en pasado? Mi fuga estaba premeditada, era inminente, pero la tuya no. Si me hablabas en pasado y pensabas en futuro. ¿Cómo quieres que te crea?

Se ha ido. Se ha escapado. Se ha marchado. ¿Volverá?
No me cansaré de preguntártelo, de preguntármelo. Aunque me esté dando razones para justificarte.
La sinrazón, el mundo y yo te estaremos esperando. Pero recuerda: allá donde estés, no cambies nunca. Que todos te recuerden por la forma en la que pasaste por la ciudad. Que nadie sepa nunca por qué no consiguen olvidar tu huella. Que es lo más grande, corazón.

Te escribo en ese breve espacio que abarca desde el nunca hasta el siempre.

sábado, 25 de febrero de 2012

Rara, por poner un nombre.

Arañarte el pelo. Colgar fotos en unas paredes blancas. Volar con la mente mientras los demás no se percatan. Creer que se puede ir más lejos aún cuando termina el camino.  Leer el final de los libros para saber si te van a gustar. Colgar fotos que inspiran delante del escritorio sobre una cartulina amarilla donde se puede leer en grande “tiempo y lasai”. Coger libros del instituto y ver que tenías bromas apuntadas con tus amigas. Leer una lista de cosas que hacer que escribiste hace un año y comprobar que no has cumplido ninguna. Meter en una botella de cristal lapilli y mirarla con orgullo. Encontrarte billetes de autobús en tus bolsos. Comprarte medias cada vez que pasas por calzedonia. El olor de natura. Los pintauñas de colores en la estantería que te recuerdan que no debes morderte las uñas. El té de mil sabores. Sentir pena infinita en un McDonald. Las dedicatorias en los libros que te regala mamá. Una cerveza con alguien a quien quieres enormemente y nunca se lo dices. La pasión por los vasos de chupitos. Una caja que te regalaron con mucho cariño y dónde ahora guardas objetos inservibles. Tener fotos tendidas con pinzas encima de tu cama. Mirar por la ventana e imaginarte salir volando muy lejos. Odiar y amar lugares. Las cremas de manos. Soñar y sonreír tirada en la cama. Pensar cómo sería tu vida si hubieras tomado otra decisión. Los helados de donuts. Tu pelo y tu olor en una misma imagen en la cabeza cuando pienso en ti. Tu camiseta verde. Llorar por un reloj. Acordarme de ti y sentir pena en ese infinito que se llama corazón. Quitar las piedras que te lanzan sobre tus ilusiones y tus planes. Llorar en la cama recordando. Mirar al cielo y querer salir adelante solo por las cosas que no debes perderte. La música rara. Leer poemas del 15M. Pensar que el trato que se le da a la TO en Salamanca es pésimo. Mirarte al espejo y verte guay. Recordarte en un internado los 6 años más especiales de tu vida y sentirte feliz.

Pequeñas manías que no sé como sobrevalorar. 

jueves, 16 de febrero de 2012

A la mediocridad, con todo mi cariño más odiado

Ese tipo de personas que prefieren desertarse antes de tiempo y olvidar que un día estuvieron encadenados a una farola en la puerta de cualquier local, por una huelga de hambre de corazón, llorar y reír, vestirse de negro y salir a pasear por el mar. Sintiendo frío para sentirse vivos y que el agua borre las marcas de las cadenas. Porque para ser libre, primero has tenido que estar encarcelado o atado. Existir es muy fácil, basta con respirar, comer, dormir mucho, querer mucho, ir al baño con frecuencia, estudiar, trabajar. Llenar tu vida a base de gotas de monotonía. Contar hasta 100 los días que te sentías una mierda por hacer lo que hacías. Eso es existir. Vivir es más chungo. Escapar de todos los mediocres y mundanos que intentan que seas como ellos, que pienses como ellos. Creo que hay muchos tipos de personas y demasiados cuerpos para caber en cada mente. Solo unos pocos privilegiados pueden sentirse diferentes y cambiar las cosas. Esas pocas personas que consiguen separarse de la masa impasible de borreguitos que vagan por el mundo sin más metas en la vida que tener un cochazo, una casa de lujo y una familia que aparente ser feliz. Cuando hablaba de las marcas de las cadenas me he mirado las muñecas. Yo no tengo ninguna marca ni ninguna cicatriz. (Si alguien la tiene, chungo eh) pero al igual que las banderas, la libertad se lleva por dentro, clavada al pecho para que no pueda escaparse nunca. Para que ningún mediocre la tire a la basura con sus pataletas.
Está claro que cada uno puede vivir su vida, la que quiera. Pero pregúntense si son ustedes los que viven su vida o si es la  existencia la que se está aprovechando de –vosotros-

lunes, 13 de febrero de 2012

Sin miedo y mucho menos sin nostalgia

Darse a la fuga así sin más, sin miedo y mucho menos sin nostalgia por el pasado, por los años que no me pertenecieron y que me hicieron creer que eran míos. Con ganas, con tantas ganas que no quede hueco ni para una sola de las dudas. Quiero darme a la fuga hacia el sitio más escondido dónde nunca nadie sepa dónde estoy. Salvo tú, que te llevaré conmigo hasta mi fin del mundo particular, dónde nadie nos catalogue de locos o de insensibles por dejarlo todo atrás. Vivir en un ático, pequeñito para que no quepa ni el miedo y ni la ausencia, con una cama enorme para dormir separados los días que discutamos. Donde nuestro escondite siempre huela a café recién hecho y suene a música en inglés. Quiero darme a la fuga llevándote de la mano, de equipaje nada más que una mochila enorme para meter los sueños de los dos,  porque tu amor pienso ganármelo. Y nadie sabrá nunca dónde buscarme cuando se pierda. Y donde localizarte a ti. Aprenderemos a tocar la guitarra y leeremos libros mientras los demás no piensan en nosotros. Viajaremos mucho sin saber nunca dónde amanecer. Y entonces, el mundo será nuestro y empezaremos la conquista de la vida desde la cama enorme de un ático en el sitio que menos se esperarán todos. Colocaremos una bandera pirata desde la ventana, haremos una guerra de almohadas cada noche y veremos anochecer y amanecer sin miedo y sin nostalgia. 

jueves, 2 de febrero de 2012

Sueño y realidad, pureza y estruendo

No quiere salir.
Está encerrada en su ático.
Piensa que la calle da frío, los escaparates la miran de reojo y las farolas dan portazos a las luces de su futuro.
Solo llora y se queda mirando fijamente un televisor que lleva apagado ya 10 años.
La misma cara, el mismo pelo sucio, la misma dejadez en su ropa y las mismas ojeras que la acompañan desde la última década describen sus sentimientos. 
No quiere salir a la calle, ni a cenar, ni a tomar una cerveza o una coca-cola, o a dar un paseo. No quiere ir de de compras y ni siquiera quiere ir a mirar las estrellas, que era lo que más le gustaba.
Ha cumplido los 50, sus hijos no están en casa, y su marido les abandonó hace 10 años, cuando se fue a buscar la vida con la que siempre había soñado. Y ella  lloró como si hubiera muerto en vez de irse, lloró para desear que el tiempo retrocediera y poder volver a conquistarle de nuevo.
A veces, por las noches se sienta en el suelo de su terraza, descalza y con los pies muy fríos y llora mientras mira como se duerme la ciudad embriagada de luces y ella se duerme con la luz apagada.
Otras veces se va al salón y se sienta en el sofá a mirar su ático, las paredes, las puertas, los cuadros y las fotos viejas, de tiempos felices, pero sobre todo mira la puerta esperando que él entre cualquier día y le diga que todo ha sido una pesadilla. Cada día es sueño y realidad, pureza y estruendo al comprobar que nadie entra.
De vez en cuando coge un folio en blanco y escribe todas las cosas que le gustaría hacer algún día, cuando la pena la deje tranquila.
Aunque dice que vive en un ático, en realidad vive dentro de una escafandra, que la aleja de todo.
Y desde su ático y su escafandra el mundo se la presenta aterrador. Pero ella hace tiempo que dejó de sentir miedo, ahora solo siente pena. Una pena que se lleva por delante todos sus sueños, sus estrellas y su vida.
Nadie habla de ella, nadie piensa en ella, nadie la llama, nadie escribe sobre ella y nadie valora su existencia.
Pero lo peor de todo, es que su nombre es Soledad y piensa que vivirá encadenada a ella el resto del tiempo. Sin que fuera nadie huela su comida recién preparada y se siente a cenar con Soledad. 
Aunque yo sé que algún día, cuando se seque las lágrimas podrá ver por la ventana la forma en la que el sol baña su casa cada mañana, se levantará y se echará a la calle, a sentir el aire fresco sobre la cara, el calor del sol o las gotas de lluvia, la gente paseando y los sonidos de la vida, que hacen que se cuele una pizca de esperanza entre la ropa y los poros de la piel para llegar a la cabeza y cambiarte la forma de ver las cosas y la desesperanza. Se irá al mar y podrá sentir el agua bañando sus pies y se quitará la escafandra para cerrar de un golpe el destino de su nombre. Y entonces, sacará de un cajón los folios que ha escrito y vivirá la vida, que nadie nunca ha escrito para ella... Salvo ella misma.

miércoles, 25 de enero de 2012

Cien flores

Subir a la nube de los imposibles y mirarte a la cara mientras te leo el significado que la R.A.E le da a esa palabra a la que no te pareces ni por asomo. Con rabia y con amor. Bajarte de un tirón a tierra, enseñarte una jodida flor y decirte que tú eres más terrenal que las raíces que están bajo ella. Mirarte a los ojos ya que a los labios no puedo, ponerte cara triste y explicarte que hoy cien flores han muerto en mis manos. Las he paseado abrazadas a mi mientras las llevaba al centro de la mesa que coronarían 20 personas de celebración. Cien flores serán olvidadas hoy. Pero en tu mundo de los imposibles no se puede contemplar y disfrutar la belleza de la vida. Vuelve a ser tan posible como cuando te dejabas dar un beso, deja de creerte que vives en esa nube de los imposibles y disfruta, disfruta mucho de la vida.


domingo, 22 de enero de 2012

Vuela

Esto es un puto bing-bang, que me destroza y me crea, o como una lanzadera, que tan pronto estoy arriba, como estoy abajo. Como uno de esos helados de menta y chocolate y una moneda, que me gasto y me puedo hacer nueva si doy algo a cambio. No sé si madurar nos quita la locura que nos vamos guardando en esa cajita de oportunidades o si es más bien un proceso rutinario de hacerse mayor. Pero sea la opción que sea, si significa perder un poquito de nosotros mismos no la quiero. Prefiero seguir siendo ese bing-bang. Y prefiero que tú también lo seas. Quiero que me lances y te lances, que subas y que bajes conmigo de norte a sur… Pero no quiero ser como ese helado de menta en el que tengo que dar algo a cambio para volver a ser yo, no quiero tener que dar esa pequeña parte de mí para tener que madurar.  Plántate delante de mí con unas cervezas, aquí, en la luna o mientras arde París. Ya maduraremos más tarde, cuando tú y yo, nos despertemos de resaca y se nos quiten las ganas de juerga.

viernes, 20 de enero de 2012

Hablemos si quieres...

 Me gustaría contarte que todo va bien, que soy feliz y no hace frío. Me gustaría que supieras que no tengo un botón en la nuca donde pone retroceso, y que no puedo volver atrás y cambiar las cosas que no nos gustaron a ninguno. Quiero decirte que no puedo cambiar mis errores, pero sí saber donde no tengo que volver a pisar. Con los años de alguna forma se nos graba en la memoria un plano con las pisadas que hemos dado a lo largo de la vida y se nos marca en un rojo chillón los pasos que dimos torcidos o en mal estado. No suena una alarma cuando vamos a volver a equivocarnos. Quiero decirte que solo depende de ti y de mí no volver a errar. De recordar los fallos y evitarlos. De reír por no llorar, de soñar por no abandonarse y de ser felices, aunque fuera, en la calle, todo sea tormenta.

Y me gustaría más que nada, contártelo y creérmelo de una vez por todas.
(A la niña de mis ojos, que me enseño a SER sin ESTAR)

lunes, 16 de enero de 2012

Nunca se ve más allá, en el trasfondo de las cosas pequeñas.

Podemos volvernos valientes cualquier día de estos y escapar más cerca de lo que nadie se imaginaría y dónde jamás nos buscarían. Podemos actuar de forma que solo seamos uno y no pregunten los motivos de por qué tenemos dos cuerpos.
Es muy fácil, pero tú no lo quieres ver, así que seguiremos fingiendo que somos unos cobardes algún tiempo más…

Amor, calla calla, no intentes darme explicaciones, que yo sé que lo que quieres es despistarlos para que no hagan preguntas y nos dejen tranquilos...

Ustedes sigan con sus vidas, que este telón ya se ha bajado y no queda nadie en el escenario…

“Te cuento mientras te guiño el ojo y en el camerino preparamos el paracaídas para saltar”

Los hemos engañado como tontos y hemos huido. No nos busquen, no pregunten. Les explicaré que somos uno, pero tenemos dos cuerpos para huir mejor. Y una cosa más, y la más importante, no vuelvan a llamarle cobarde, no juzguéis antes de tiempo.

miércoles, 4 de enero de 2012

Trozos inclasificables.

Solo buscaba una respuesta cuando se acercó a aquel cementerio en busca de su propia tumba, y la llevó flores durante meses intentando llorar a alguien, llorar al culpable de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, a ella misma siendo una niña de año y medio cuya alma habían enterrado en una pequeña caja de madera blanca. El cuerpo de Lilith siguió vagando por el mundo y su ciudad durante 22 años más. Su alma estaba ya bajo tierra, echando raíces en aquel mundo paralelo que llamaban cielo. Se negó a subirse al coche que la esperaba fuera del cementerio aquel día de abril, su padre había ido a buscarla y ella le rechazó. Vomitó y lloró hasta quedarse medio desmayada en el suelo y su padre recogía los restos de la que hasta entonces había sido su hija. Aquel día Lilith descubrió que su nombre había sido Almudena y cuando fue a buscar a su madre biológica ésta se echó a llorar aún más de lo que ya había llorado su hija muerta. La vida se la había devuelto veintidós años después, la niña de los ojos negros que la arrebataron de sus brazos alegando que había fallecido por una pulmonía. Le contó que siempre había querido tener una hija para llamarla Almudena, como su mejor amiga. Lilith la abrazó e intentó en vano retroceder en el tiempo y recuperar su pasado paralelo. Quererla como había querido a su madre de siempre. No quería que la enterraran cuando muriese, ella ya tenía una tumba y no quería más. No se pueden tener dos tumbas, una para el alma y otra para el cuerpo, quería que la llevaran flores a aquella, a la que su madre había ido a llorar a Almudena todos los días y que esas flores se secaran junto a las que ella había colocado, que se secaran todas juntas y que no echaran de menos su cuerpo.
Más tarde, Lilith siguió llorando, llorando hasta que se fue del país y lo abandonó todo. Ya no quería a Julián, no se quería a ella misma ¿Cómo iba a poder querer a alguien más?      

martes, 3 de enero de 2012

Versus

Déjala que vaya a buscarte algún día a tu universidad o tu trabajo, que se pierda entre los ojos de la gente cuando tú ya no la miras y no sabes cómo caminar tras ella porque te lleva de ventaja unos 1000 pasos.

Protégela de la rutina, prométela que correréis más que ella, que iréis de viaje y a conciertos de rock.

Inventa para ella un vestido de fiesta más perfecto que la luna y llévala a patear las calles con esos tacones de vértigo, que todos se la queden mirando y tú te muerdas el labio superior mientras sonríes y piensas que está bajo tus brazos.

Déjala que salga con sus amigos el día que ella quiera. Déjala que corra, que baile, que grite, que fume, que beba, que sea libre.

Cuando sea navidad no decores su casa con espumillón y guirnaldas. Mejor colócala más de 100 velas y farolillos de todas las formas y colores, pon en un cd el sonido del mar. Llévala por un pasillo de rosas rojas a la cama dónde haya un cartel enorme con una foto de los dos y dónde rece arriba: gran diciembre soñadora, vamos a ganarnos esta feliz navidad a base de besos y no tan besos.