Quería coger la puerta e
irse, eso era obvio. Recapacitar sobre cada paso que había dado a lo largo de
esos últimos años, demasiados errores que llevarse hasta ser viejo, normas
propias incumplidas y un sinfín de detalles de lealtad derrochados.
Caminaba despacio,
cabizbajo, yo diría que hasta con lágrimas en los ojos, arrepentido y
nauseabundo. Él nunca había estado solo, estaba casado pero no tenía hijos,
vivía en un pequeño pero acogedor piso en pleno centro y su trabajo le
proporcionaba el dinero suficiente para permitirse cenar en un restaurante
todos los domingos. Vida normal, lo llamaba él, un trabajo, una casa acogedora,
una esposa que le quería...
Sin embargo le
faltaba algo, supongo que eso que dicen de que uno nunca está agusto con lo que
tiene, o simplemente se había dado cuenta de que toda su vida había estado
esforzándose, primero en casa de sus padres y luego con su mujer, por ser
alguien que no quería ser. El sentido de su vida, no se hallaba en aquella casa
con esa mujer, con ese trabajo.
Andando,
recapacitaba sobre quién era y quién no era, por qué había dejado que el peso
social lo encaminara hacia una vida que él no deseaba...
Pensaba
que si su vida hubiera estado guiada por otros principios, que si alguien le
hubiera advertido de los peligros de una vida futura inmersa en el qué dirán, si
hubiera sabido que dejar de lado los propios ideales y los sueños no trae la
felicidad… ahora no estaría tan perdido.
Probablemente
sus padres no le hubieran apoyado, no
hubiera terminado la carrera, ni siquiera habría conocido a su mujer, pero ¿Quién
dijo que necesitara todo eso?
Ya era tarde, el
cielo se estaba oscureciendo y debía volver a casa, su esposa le tendría la
cena caliente puesta sobre la mesa y mañana un monótono trabajo le esperaba de
madrugada, era tarde para casi todo. Su vida se apagaba como el día que
se iba. Como la rutina que le empapaba para casi todo.
Y pensó, esta vez
llorando como un niño "¿En qué me he convertido? ¿En qué paso mi vida
entera se desvió? ¿Cómo voy a continuar sabiendo que no soy quién quiero
ser?”
Seguramente se le pasó por
la cabeza abandonar a su mujer, dejar el trabajo y largarse con lo puesto a
buscarse a sí mismo, pero no podía. Ese estilo de vida ya le había carcomido
por dentro lo suficiente para quitarle las ganas de cambiar. De ser feliz.
Y entonces yo pienso en tres
opciones: si toda la gente que vive así se sentirá como él o si serán felices
de verdad. O si por el contrario, creen que son felices porque nadie les
advirtió de todas esas cosas y nunca conocieron otra forma de vida. No hay peor
ciego que el que no quiere ver.
Y añado un párrafo final de
Chinato:
“Hay que dejar el camino
social alquitranado porque en él se nos queda pegada la pezuña, hay que volar
libre.
Pero ahora prefiero ser un
indio, que un importante abogado”
Escribí esto el 14 de febrero de 2010. Supongo que no he cambiado tanto.