Hablarán de la cantidad de cosas que nunca podré hacer, como
método para ensalzar las que sí que lograré.
Hablarán horrorizados
de la cantidad de muertes diarias que se producen en el mundo, pero no
discutirán sobre cuál es el remedio para evitarlo.
Hablarán de que leen muchos libros pero no de que leen
varios periódicos para saber qué movidas hay fuera.
Hablarán de lo vagos que son los perroflautas, pero no de
que hayan conocido a alguno y sepan que hay detrás.
Nos contarán tantas mentiras que no sabremos cómo empezar a
cambiar las cosas.
Dirán que creer en Dios nos salvará del pecado eterno, pero
no hablarán de la libertad que supone vivir sin tener que complacer a un Dios
que nunca nadie vio.
Dirán que estudiar en la universidad es bueno para crecer,
pero no te dirán que les cuentes que aprendes para que crezcan ellos también.
Hablarán sobre lo que saben y sobre lo que desconocen, sin
filtro, sin frenos.
Opinarán sobre su posición ante un conflicto pero no te
dirán que les cuentes qué opinas tú para intentar entenderte.
Hablarán sobre su vida ninguneando tus problemas para
alimentar sus egos culpables y victimistas y no sentirse así tan mediocres.
Hablarán sobre la muerte y que quieren hacer cuando esto
pase… Ah no, no, de esto no se habla, perdónenme.
Dirán que las tradiciones
son buenas, que son cultura, pero si les preguntas qué es la cultura igual no saben
ni responder.
Hablarán a tus espaldas,
criticarán a tu paso pero el pasotismo se lo lleva todo por delante.
Dirán siempre que tienen mucho que estudiar y quizás
deberían plantearse si decir aprender, que suena más bonito.
Hablarán de todo y más, llevándose por delante todo lo que
encuentren a su paso. Son el tsunami de las telecomunicaciones y los labios
saltones dispuestos a comerse el mundo pero eso sí, sin engordar ni un solo gramo.
Estudiar, eso sí, para aprobar.
Leer, eso sí, lo que escriben tus colega ni lo mires.
Creer, eso sí, sin cuestionarse.
Y me tiraría horas intentando hablar de todo lo que hablan
esos cuerpos a los que no pondré nombre. Qué yo también se hablar. También se contradecirme.
Que los mediocres nunca destacan, aunque me sirvieran de inspiración.