viernes, 13 de diciembre de 2013

Hoy va a amanecer bonito.

Hay días que se visten con el corazón gritando.

Mañanas que saben a sol y a desayunos en la cama.

Mediodías que (des)colocan con el olor a hierbabuena y a pasión.

Tardes que encienden la llama del atardecer con cada chispa de la guitarra que arde mientras la toca con manos de poeta.

Noches que se reinventan al calor de un beso y hacen que se dibujen en el cielo miles de estrellas, una por cada uno de sus lunares, en honor a un amor que no se gasta, que no caduca por mucho que use.

Amaneceres que se despiertan al clamor de un libro, de una taza de café y del frío que entra por la ventana cuando insiste en darle los buenos días al Sol recitándole poemas de Sabines.

Días así es cuando se pueden mover las fronteras a horizontes más lejanos para que nunca tengamos que detenernos ante nada.




Y si nos despertamos nublados, pintaremos de rojo los sueños, que este mar aun no se ha cansado de oleajes, que estos días de amor y lluvia aún no se han quemado en la hoguera por herejes.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Un clamor a todos los "te echo de menos" que mueren en los labios.

Nunca es tarde ni pronto para decir un “te echo de menos”. Ni situación idónea que lo sustituya.

Pero muchos nos callamos por culpa de esa antesala del miedo. Miedo a que pensará, miedo a la huida. Nunca decimos todo cuando tenemos a la vida delante y nos quedamos esperando ese “algo” que nos marque una guía de actuación para poder salvar nuestra salud emocional de un derribo seguro.

Decir a tiempo “no te vayas, que aun no me ha dado tiempo a gastarte del todo”, un “podría vivir sin ti, pero es que no me apetece” o un “vuelve, que esto del sálvese quien pueda no me funcionó”  cura muchos estados de ánimo que se han quedado helados del frío de un corazón una cabeza con vértigo a sentir, o peor, a que no sientan lo mismo.

Y suceden las oportunidades en forma de diapositivas delante de tus ojos. Y tú callado. Y no pasa nada. Nunca pasa nada. Porque no hacemos nada para que pase. Y ese “no te vayas” salva. Vaya que sí salva, el mundo no está diseñado para los cobardes ni siquiera para esto y el miedo es un negocio que sale muy rentable cuando nos negamos a actuar, a mover la siguiente ficha.


Luego vienen los eternos desvelos pensando y la noche está para hacer cosas bonitas y no para arrepentirse y mucho menos de lo que no se hizo. Y sálvense todos los ” te echo de menos” del mundo, todos los “no te vayas, o si lo haces que sea con billete de vuelta” y todos los “vuelve”. Un respeto a las despedidas, que ni una más se selle con los labios cerrados, que ni una más suceda sin tener un mínimo de esperanza, de volver a verte. Que no es complicarse la vida, que igual es hacerla un poquito más fácil. 

Siempre me creí eso de que dos mentes vuelan más alto que una sola.

martes, 22 de octubre de 2013

"Ni sumisas, ni devotas. Libres, lindas y locas" Con lo que tú vales.

Creo en la dignidad de la mujer, por encima de todo. Creo en su esencia de libertad.

Creo en nuestra capacidad de tomar decisiones sin necesidad de intermediarios, de tutores, de bufones que actúen en nuestro nombre. Creo y respeto cada apología que una mujer decide hacer de su cuerpo, cuando es consciente de cómo utilizarlo, de cómo disfrutar de él, sin coacción ni sumisión.

Creo en que, una mujer no nace para ser madre, ni para casarse, ni para ser ama de casa, ni para servir a nadie, ni a un marido ni a un dueño ni a nada que se le parezca. No somos objetos, ni medios para que otros logren un fin. Ni estamos obligadas a comportarnos como tal. Una mujer no nace predestinada, una mujer decide y actúa y todos deben respetar.

Creo en la totalidad de la mujer, como ser único, sin necesidad de estar al lado de un hombre para hacerse querer. Creo y admiro, a todas las mujeres que son capaces de amarse a sí mismas, por sí solas y que se enorgullecen de ello. A todas las que son capaces de vivir sin tener que complacer a nadie.

Siento un profundo rechazo a todas las asociaciones que fomentan la figura de la mujer como el sexo débil, con inferioridad , atribuyéndole unas causas que no le corresponden y para las que se censuran actividades solo por el hecho de no ser varón. Sí, querida iglesia, esto va por vos.

No creo y no soporto el machismo, pero aún menos lo tolero cuando se pronuncia en boca de una mujer, que acostumbradas al yugo capitalista y a esta sociedad donde resaltan los valores de los hombres por encima de todo, dicen cosas como “me ayuda en las tareas de la casa”, mujeres que se convierten en dependientes emocionales, que anulan su identidad de mujer libre, por estar al lado de alguien…

Odio los cánones de belleza, las modas y la publicidad sexista que nos venden, ¿Para qué sirven? Para modelarnos, para moldearnos como mujeres objeto o mujeres florero, siempre arregladas, maquillaje y tacones para gustar, para buscar la aceptación y para conseguir agrado, anulando nuestra personalidad como seres que piensan y actúan diferente, provocando nuestra total sumisión al medio machista.

Creo que temas, como el aborto, son un paso hacia adelante para conseguir una libertad plena en decisiones personales, dónde nadie debería entrometerse. (Tampoco usted, señor Gallardón)


Y creo, firmemente que no debemos dejar que nadie coarte nuestros sueños, que no debemos consentir que no se nos quiera en libertad y que no debemos aguantar a quienes no nos amen en igualdad, tolerancia y respeto, como seres independientes, únicos y LIBRES. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

La peor forma de olvidar, es la de no pensar en uno mismo.

Los que no pierden las ganas, aunque se las arrebaten todas. Los que creen que las oportunidades se fabrican. Los que sonríen y no se hacen las víctimas. Los que se levantan, se miran al espejo y se dicen “hoy voy a quererme más”. Los que valoran los detalles insignificantes y se emocionan con una canción sin sentido. Los que se inspiran en la vida. Los que sueñan cada día. Los que luchan a sabiendas de que nadie les ve. Los que creen en la verdad. Los que hacen frente a la debilidad. Los que defienden la igualdad. Los que siguen adelante. Y sobre todo, los que velan por la libertad.

Todos ellos, que son grandes personas y aun no lo saben porque nadie se lo ha dicho nunca. Cuando lo que dicen es que no importa lo que veas en el espejo que lo que vale es lo que salga en las fotos, que los abrazos son necesarios aunque no los pidas y que hay que aguantar traca si quieres recoger caricias.
La sociedad que nos vende que quererse a uno mismo está contraindicado si lo que se busca es el aprecio constante y a cualquier precio.

Pero es bueno quererse, quererse por encima de todo, sin bajar la guardia y le pese a quién le pese. Poner el ego en un altar pagano donde nadie alcance a tocarlo, saberse dueños de todas y cada una de las decisiones que se toman pensando únicamente en uno, diciéndoles un “que les jodan” a todos los que intenten hacerte creer que eso es egoísta.

Por encima, caminando sobre las utopías descalzas, que no te pisen, que no te arrastren y que nadie se atreva a cuestionar cuanto vales, porque de eso va la cosa ¿no? De no ponerse precio. (Y joder el capitalismo a base de trueques).

Quererse aunque eso sea malo, dañino y de hijos de puta, quererse a rabiar y estar orgulloso de ello.


No sentirse nunca un olvidado. 


jueves, 19 de septiembre de 2013

Puedes engañar a cualquiera, menos a la noche.

Una noche te vas a dormir y algo ha cambiado; te sientes distinto y te haces preguntas que no te habías hecho hasta ese momento “¿Y si todos tienen razón?”.

Esa madrugada que no puedes dormir, que no paras de dar vueltas en la cama y que tu cabecita loca una vez más está haciendo de las suyas pensando en lo que se supone que no debería pensar porque todo va “mejor imposible”. Pero no. Es un acto de vandalismo cerebral en toda regla.

Y empiezas a preguntarte por qué haces lo que haces, por qué actúas de esa manera y por qué cada paso que das tiene esas notables y desagradables repercusiones sobre lo que te rodea. Esa noche cerrada que valoras si todo merece la pena, si lo estás haciendo bien o si estás cagándola por completo y lo peor, si te arrepentirás en un futuro de ser quién eres ahora (que no hay peor osadía que notar que lo que haces traerá consecuencias negativas en uno mismo, ojo). Y piensas si estarás siendo un valiente, un cobarde o un hijo de puta de los grandes. ¿Y si el orgullo te estuviera cegando demasiado y no vieras todo eso? Y ya, desvariando relacionas todo eso con la incertidumbre de si te estarás perdiendo demasiados besos, porque en el fondo, muy en el fondo sabes que te faltan abrazos… Y así sin más, ves una profunda reflexión con uno mismo donde la cabeza queda desnuda por completo al más sincero de los hallazgos, el de un ser que aunque se construya fachadas de cara al exterior tiene las mismas necesidades de cualquier persona, las mismas.

Pero menos mal que nadie oirá nunca estas conversaciones con cada uno de nosotros de antes de dormir, porque entonces se darían cuenta de que la fachada es un mero papel capaz de tirarlo el más mínimo atisbo de certeza y entonces sí que estaríamos perdidos, porque sabrían que actuamos como los demás esperan que lo hagamos, siendo fuertes, no dudando, no sintiendo. Y el mayor de los miedos, es que si descubren que la fachada solo es un espejismo, sabrían como hacernos daño.

Pero ser fuertes no es de valientes, dudar no es de inseguros y sentir no es de sensibles.

Y lo bueno de quitarse la coraza, es que si sabes con quién hacerlo, le darás el privilegio de poder hacerte daño  y la confianza, de que nunca lo utilizará en tu contra.


Que al fin y al cabo, somos eso, personas reflexionando a última hora del día y mostrando otra cosa durante el resto del tiempo.

jueves, 22 de agosto de 2013

Mi musa está de vacaciones, como casi todo

De poetas que nacen callados y aprenden a hablar entre pequeños suspiros donde la naturaleza se vuelve eterna en un verso y las musas se vuelven ermitañas inclinándose ante cada rima.

De escritores varados en los bares ausentes de toda lucidez, encallados y maltrechos atados a una copa de ron que les devuelve la inspiración más suprema y a la vez más tenue, bendita prosa se sube trepando a sus mejillas sonrosadas por el paso del tiempo.

De besos enfrentados cara a cara, frente a frente y sin bajar la guardia, aguantando la mirada desafiante que dura una milésima de segundo por ver quién se acerca primero, quién muerde y quién se echa a reír antes de que al otro le dé tiempo ni siquiera a reaccionar.

De barcos que naufragan en el mar de tus pupilas, de exploradores que se pierden navegando por tu pelo, embriagados por tu olor, de vientos y mareas que se retuercen por volver a notar tu sonrisa en un leve vendaval que se lo lleve todo, porque quiere tocarte de nuevo, quiere quererte de nuevo, de esos poetas que decía que hablarían de ti si tuvieras piel de musa, que te reinventarían y te escribirían versos cada vez que te vieran despertar, que no hay cosa más linda. De escritores y besos que mala combinación, pero también de ganas de empezar cada día, que morder por primera vez y de encontrarte entre sábanas, guitarras y libros.


Bohemio, si no sabes ser musa para qué te enamoras de un escritor. 

domingo, 16 de junio de 2013

Ni papel, ni piedra ni tijera.

El corazón nos estaba llamando a voces, si nos hubiera dicho que saltáramos desde lo alto de la montaña lo hubiéramos hecho. Vulnerables hasta el infinito incapaces de prestarle atención a nuestra cuerda cabeza. Exquisitos e impredecibles, éramos tan soñadores que solo mandaba el corazón o las tripas. Pensábamos que lo que dijeran las tripas era lo correcto siempre, sin excepción y nos volvíamos inconformistas al momento apoyando la cabeza en el hombro del compañero y gritándonos que siempre seríamos fuertes, que si flaqueaban las fuerzas nos empezaríamos a derretir.

¿Tú sabes cómo son las estatuas de sal? Tan frágiles que al mínimo soplo se caerían al vacío y así éramos, estatuas de sal jugándose las tripas en cada asalto, bebiendo café por la mañana planeando el próximo ataque o la próxima venganza y tomando valerianas por la noche mientras mirábamos las maletas esperando que alguno de los dos se fuera para no volver.

Decíamos que dejaríamos de añorar el cielo cuando lo tuviéramos y que todo era así de sencillo, ganadores de manera innata y perdedores de corazón, rebeldes sin posibilidad de cambio. Inconstantes por puro aburrimiento. Inconscientes por dejarnos llevar. El corazón nos gritaba desde la habitación de al lado que este caos de rutina acabaría con nosotros y que estábamos en riesgo de volvernos cuerdos. Por suerte las pilas nos duraban poco y rápidamente exigíamos el cambio, cambiábamos de monotonía, de marca de café y de compañeros de viaje.

Éramos un puño cerrado con demasiadas preocupaciones absurdas, un corazón impulsándonos a volar y una cabeza cuerda que se negaba a ponernos el paracaídas, discutíamos tanto con nuestro niño interior que no podíamos ser ni buenos adultos ni buenas personas.
Las personas más egoístas del mundo, el peor de los equipos, una mala pareja o una pareja común y corriente y por si fuera poco, el colchón en el que dormíamos era el más incómodo del mundo.


Las tripas se equivocaban, esto no podía salirnos bien


"Son malos tiempos para los soñadores"
Esta semana hubiera salido corriendo pero para eso está cuerda, para pegar el tirón y que no escapes... Aún no. 

martes, 21 de mayo de 2013

Para hablar de uno mismo no hace falta ser escritor


Cuando era pequeña soñaba con escribir un libro. Soñaba con ser escritora. En la secundaria lo que quería era poder trabajar en oncología. Apasionantes mundos ambos que me han traído hasta lo que soy ahora, una estudiante que escribe en sus ratos libres y que se ha olvidado de lo que realmente deseaba.

Dice unos de mis escritores favoritos que crecer es aprender a despedirse y no había entendido el concepto hasta que llegué aquí, crecer es aprender a despedirse de los sueños y materializarlos en metas realistas, en metas que cumplir a largo plazo, que sean objetivas y que renten.

Faltan ocho meses para que me vaya de esta ciudad y en estos últimos dos años he aprendido a crecer y a despedirme mucho más de lo que me imaginaba, he aprendido a crecer interiormente y he aprendido a conocerme realmente. Y aunque me cueste reconocerlo, todo se lo debo a esta ciudad a la que no he sido capaz de coger ni un poquito de cariño.

No hablaba este escritor sobre si las despedidas eran felices o tristes y creo que nunca había llegado a pensar que hubiera despedidas alegres, o más que alegres, necesarias. La necesidad de terminar etapas, de coger ese pasaporte tan ansiado que se llama “título universitario” y actuar como si estos dos años hubieran sido un puente hacia lo que comúnmente se llama libertad.

Es necesario pasar por ciertas etapas, y me he dado cuenta de que era necesario que yo pasara por aquí para entender muchas cosas, para valorar muchas otras y para saber que ni la mitad de las personas que muchas veces tenemos al lado son imprescindibles. Qué hay que quererse más y luchar más.

Si cuando llegué aquí, me hubieran preguntado qué quería hacer al terminar la carrera, ni las palabras escribir, terapia ocupacional u oncología hubieran estado presentes. Si me hubieran preguntado, habría respondido que lo que quería al terminar la universidad era darme a la fuga, en el sentido más surrealista de la palabra. Hoy sé lo que quiero y lo que no quiero y sé que tengo un nuevo destino y las mismas ganas de irme que el primer día que llegué aquí pero que darse a la fuga es tan importante como saber por qué lo haces.

Y no sé exactamente por qué mezclo todos estos conceptos en una entrada pero supongo que necesitaba verlos juntos para matizarlos, para plasmarlos y para creerme que no he crecido demasiado y que aún sigo teniendo los mismos sueños que hace ya tanto tiempo.

Se podría resumir todo con este último apunte: no solo son importantes los sueños sino también el lugar que escojas para realizarlos. 



sábado, 27 de abril de 2013

Me volveré paranoica.


Tengo que convencerme. Tengo que hacer una mirada introspectiva y convencerme de que soy así porque vosotros me habéis enseñado a serlo. Cuando haga esa mirada hacia mi misma voy a coger con estas manitas todo lo que no me gusta, todos los que no me gustan y lo voy a tirar a la basura: orgánico, vidrio y papel. Voy a despojarme de aquello que me da dolor de cabeza, que me cabrea, que me resbala y lo voy a hacer convenciéndome de que es lo mejor. Voy echar la vista atrás y voy a poner un asterisco encima de las personas que no estuvieron cuando las necesité, no como catalogación sino como señal para no repetir mis errores, para no repetirles.

Voy a quedarme parada un segundo y voy a pensar si lo que como es lo más sano, si lo que visto o desvisto está bien visto, voy a poner en referéndum personal si con quién me divierto, me aburro, me acuesto o me da buena conversación es aceptado por la mayoría. Y no es por llevar la contraria.

Tengo que ser intransigente. Inconformista. Fugaz. Activa. Rebelde como cuando gritaba en el Amarillo. Tengo que seguir siendo Amarilla (de corazón). Tengo que llenar mi vaso pero no medio lleno, entero, hasta que rebose, salga el agua y se formen en mis manos las cascadas de Erawan. Tengo que ir a Tailandia... Pero cuando ya me hayáis llamado egoísta unas cien veces.

Voy a madurar. Voy a dejar de ser optimista. Voy a dejar de creer que lo que busco es posible. No voy a hacer críticas a todo lo habido y por haber. Voy a dejar que sigáis diciendo que soy rara.

Voy a tener que callarme que estoy en contra de la tauromaquia, de la religión, de los políticos. Qué no apruebo la homofobia, ni el racismo, ni ningún tipo de machismo. Qué no me gusta la televisión, ni el fútbol y no soporto el autoconsuelo. Qué estoy a favor del aborto, de los matrimonios homosexuales y de la libertad de expresión.

Voy a tener que callarme tantas cosas que al final pensaréis que soy normal y tendréis que empezar a criticarme por lo que no soy.

Es una pena porque saben lo que pienso, pero no saben por qué lo pienso. Y empezaría a cambiar ya mismo, pero justo ahora me pilláis casi de camino al Viña Rock... Y ya si eso lo hablamos otro día. 

"Qué inmoralidad, qué blasfemia". 

jueves, 18 de abril de 2013

Todo lo que podrían haber sido y son a su manera.


Podría haber sido bailarina, poeta, médico o juez. Podría haber tenido un sueldo fijo, cenas de empresa, vacaciones de navidad. Podría haber tenido un armario lleno de ropa y unos zapatos de tacón, un teléfono con el que llamar a sus amigos. Podría incluso haber tenido amigos o marido, hijos o compañeros de trabajo. Podría haber llorado menos y haber vivido un poco más.

Podría haber tenido un pelo más bonito para poder peinárselo, una casa acogedora dónde cuidar a los suyos, un coche lleno de gasolina aparcado en la puerta. Podría haber ido a conciertos románticos, cenar a la luz de las velas y cantar coplas al lado del mar. Podría no haber tenido que ver a sus hijos marcharse de casa, a su marido llevárselos y a su gente darle de lado. Podría no haber tenido las manos agrietas de agarrarse con fuerza a los añicos de esa vida que se le rompió. Podría haber tenido a alguien, sí, yo creo que con eso se hubiera conformado. Con tener un hombro en el que apoyarse.

Podría haber estudiado, podría haber colaborado con una ONG,  haberse sentido buena persona. Podría haber cambiado el mundo, o al menos, hacerlo un poco menos malo. Podría haberse enamorado, haber hecho escapadas a la montaña y volver el lunes para estar a primera hora en el trabajo. Podría haber escuchado buena música, haber escrito relatos políticos, haber vivido solo una temporada en un apartamento. Podría haber tenido más confianza en sí mismo. Podría haber llegado a ser realmente bueno.

Podría haber reído sin sentirse culpable. Podría haber salido más de la cama, recuperar su trabajo y no sentir pena. Podría haber sido sanitaria y habernos curado a todos, podría haber tenido un gran amor esperando que volviera a casa. Podría haber tenido un jardín con muchas flores y una granja pequeñita donde mirar los animales, una bicicleta y unas gafas de sol. Podría haberse pintado los labios y rizarse el pelo para salir a la calle. Podría no haberse sentido sola, ni angustiada ni miedosa. Podría haber ganado ella la batalla.

Podría no haberse enamorado, no haber empeñado su vida, no vender su sonrisa al mejor postor. Podría no haber conocido nunca aquella farmacia ni a aquel médico. Podría haberse sentido más guapa. Podría haberse querido más. Podría haber entendido la vida y la muerte. Podría haber hablado de la muerte. Podría haber sido una gran universitaria. Podría no haberse dejado llevar por el pánico. Podría haber sido bonito.

Podría no haberlo perdido todo. Podría haberse tomado más cafés en la vieja mesita de su casa. Podría haber ido al banco, sacar dinero e irse de viaje. Podría haber aprendido idiomas. Podría haber bailado el vals el día de su 25 aniversario. Podría haberse casado, ver corretear a sus hijos por el salón. Podría no haber tenido el ceño fruncido ni temblar tanto. Podría haberse acordado del pasado para no repetir errores. Podría no haberse quedado solo. Podría no haber vivido de la nostalgia.

Podría haberse hecho más tatuajes. Podría haber ido los domingos a tomar un vermut con sus amigos. Podría haber sido técnico de rayos X en un hospital, cirujano u oncólogo. Podría haberse dejado la barba más larga del mundo. Podría no haber ido a la iglesia, ni haber sido católico. Podría haberse sentido más joven, más querido. Podría haberse separado de esa botella de whisky a tiempo. Podría haberlo hecho mejor, pero no podría haber sido mejor persona.

Podría haber tenido un coche. Podría no haber tenido una moto. Podría haber vivido sin su familia, sin sus hermanos. Podría haber seguido con el hombre al que quiso. Podría no tener una cicatriz, ni esa pena, ni ese miedo. Podría haberlos dejado plantados a todos. Podría haber huido. Podría haber estado sola. Podría haberle echado más morro a ciertas situaciones. Podría no haber sido manipulada. Podría haberlo intentado, pero se sintió demasiado culpable.


Todos podrían haber sido felices, pero eso ya nunca lo sabremos.  Perdieron la batalla pero no se les puede considerar perdedores. Ganaron a su manera, aprendieron a sobrevivir, a respirar.
Ojalá que la próxima guerra que tengáis que librar, sea de almohadas y no haya ningún golpe nuevo que os pueda hacer llorar otra vez.

Escrito con un enorme cariño  y el más grande de los agradecimientos "Búhos"


"Ponte el mundo por bandera Laura, que tú eres diferente y vas a llegar a ser más grande de lo que ya eres"

lunes, 8 de abril de 2013

Quién esté libre de cargas que salga corriendo primero


¿Por qué la gente no sale corriendo?
Todos lo imaginamos, palpamos ese momento en nuestra mente y lo saboreamos con todas nuestras ganas. En algún momento de vuestra vida sé que lo habéis pensado. Lo dejas todo y corres, solo corres.

¿Y por qué no lo hacemos?

No lo hacemos porque nos han enseñado que eso es egoísta, que está mal. Nos dijeron que huir no era la meta y que los problemas hay que afrontarlos. No huimos porque nos han metido miedo para que no lo hagamos. Nos han enseñado a perder tantas veces que se te olvida que igual huir no es la meta, pero que eso no es lo importante porque no es lo que tú quieres. Nos han enseñado a tener una hipoteca, un coche aparcado en la puerta de casa, un trabajo respetable… Cosas materiales que te aferran a que no te puedas ir. Como las bolas de los presos que te atan, te atan y te exprimen. Como sus ojos condenándote con la mirada para que no lo hagas. Para que no corras.

Nunca nos paramos a pensar en quienes somos, qué queremos. Todo va siempre demasiado deprisa para que no te pares a preguntarse ese tipo de cosas porque entonces sí que saldrías corriendo. La mayoría de la gente sueña con casarse y tener una familia, un buen trabajo, días libres los domingos y vacaciones en la playa con sombrilla incluida. La gente quiere eso porque es lo que conoce, es lo que nos han enseñado, se creyeron lo de que mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer, ¡qué estúpida es esa frase!

Nadie se imagina su futuro corriendo. Qué futuro es ese, dirían. O peor aún, seguro que alguien añadiría “De lo bonito no se come” ¿Y es que de lo feo si? Ahora me entero.
Imagínate por un segundo corriendo en dirección contraria, solo, con mucho viento, sintiéndote libre ¿No te dan ganas de gritar mientras huyes? Oye que igual la felicidad no es la meta que todos buscan, que igual la felicidad es una actitud y la meta descubrir la actitud y disfrutarla.
No es cierto lo que dicen, no hay verdades absolutas. Solo es su punto de vista, no que no se te olvide. 

Y el que esté libre de cargas, que salga corriendo primero. Que una cosa es egoísmo y otra cosa es lo que quieren que creas. Que es una decisión como todas las demás. 

Y ojo, que yo no incito a nadie a salir corriendo, que a mi también me enseñaron eso. Yo solo quiero que penséis más posibilidades. Que no todo termine en un altar... 

miércoles, 3 de abril de 2013

La naturaleza de las líneas paralelas


No le vi mirar hacia atrás cuando salió por la puerta, ni una sola vez se giró para ver que se perdía yéndose tan lejos. Nunca le vi pestañear cuando tomaba decisiones serias o temblar mientras bebía café y yo le miraba despistada. No llegó a dudar nunca sobre las cosas que hacía o sobre las que dejaba pasar porque se guió siempre por impulsos instantáneos, impulsos o corazonadas que hacían que estuviera tan seguro de sí mismo que el círculo polar ártico se hubiera derretido allí mismo si él lo hubiera querido así.

Éramos la duda y la certeza. Demasiado diferentes diría yo, para caminar en el mismo sentido y hacia el mismo lugar. Siempre odié las líneas paralelas, porque no podrían llegar a juntarse nunca aunque quisieran, era su naturaleza. Teorías exactas, dibujos milimétricos que nos separarían siempre. Vidas en mundos opuestos pero paralelos, que jodida metáfora.

No sé por qué pero me gusta la gente que no duda, que no tiembla y que se lanza al vacío en un abrir y cerrar de ojos y ya se puede caer el mundo ahí fuera que no importa porque si se cayera sabría que le iba a pillar en el aire y no pasaría nada.

Lo cierto es que no volví a ver al chico que no dudaba. No volví a saber de él y ya me olvidé de cómo eran sus ojos, su risa, su pelo y su olor. Ya no recuerdo qué tono tenía su voz ni como era su cara cuando dormía. ¿Cómo se puede echar de menos algo que no recuerdas?
Que lo que quiero lo olvido y lo que no quiero lo recuerdo.

Son curiosas las líneas paralelas porque sé que está ahí pero nunca lo voy a poder tocar aunque vayamos al mismo lugar, a la misma ciudad, no nos encontraremos jamás porque ya no nos conoceremos.



viernes, 22 de marzo de 2013

Cartas al desconsuelo.


Antes de nada, perdón por estar tanto tiempo sin escribirte, anduve muy liada. Hoy he estado limpiando mi estigma porque tengo cena de empresa y me he acordado de ti. Pensé entonces en escribir esta carta para contarte cómo de mal va todo:

He de reconocer tras mucha meditación que tenías razón. No te equivocaste apenas pensando en cómo estarían las cosas. Está todo muy jodido, la verdad, la hemos cagado pero bien. No sé en qué momento de este camino social perdimos la moralidad pero ya no la tenemos. Es como si tuviésemos una fuga de gas y no hiciéramos nada por arreglarlo, la libertad, la tolerancia, el respeto y la lucha por los derechos de todos se van escurriendo poco a poco por esa fuga que no somos capaces de tapar porque no nos queremos levantar de la cama.

Perdóname, hago esfuerzos pero me cuesta reconocer que nos estamos dejando ganar la batalla. Nunca me habían entristecido tanto como ahora las personas que se tapan los ojos para no ver lo que pasa fuera. No te imaginas lo triste que es comprobar que los cristales de bohemia también son cortantes, que de una forma u otra la mayoría nos hemos llevado un chasco con la política social de este lugar que ya no reconozco como "nación". Si supieras cómo son las conciencias de la mayoría, no darías crédito.

Estamos ante un problema político grave pero me preocupa también eso que llamamos valores y que defendemos con orgullo mientras dejamos que se construya un estigma aterrador a la necesidad de pedir ayuda en esta fría sociedad. Ese estigma o juicio de valor que se alza ante las personas con una enfermedad que no se palpa, tejiendo un muro de hormigón para no mezclarse con la gente que es diferente.

Te recordé el otro día mientras leía a Goytisolo y me reí por no llorar encontrando ciertas similitudes con el mundo del poema y con nuestro mundo al revés: no hay piratas honrados ni brujas hermosas, quizá podamos presumir de un príncipe malo generalizando a toda su “noble” familia pero lo que sí que me entristeció leyendo el poema es que realmente en este mundo al revés los corderos no sean capaces de maltratar al lobo.

Te escribo con pena y con rabia desde este mundo al revés o desde este país boca abajo intentando pensar que las cosas se solucionarán o mejor dicho, cambiarán a mejor. Pensando que esa Pandora aparecerá cualquier día en forma de Lilith trayendo la esperanza que ha guardado todo este tiempo pensando en un mundo mejor.

domingo, 3 de febrero de 2013

¿La educación es un reflejo de la política?


La educación es la estrella que nos guía, la cultura es el método para salir de mediocres pero muy a pesar de lo que cree la mayoría, se aprende más fuera de las aulas que dentro. Dentro de un aula estás predispuesto a obedecer, a acatar unas normas y por ende, a aprobar.

El colegio nos enseña dotes básicas para ser una persona dócil, fácilmente maleable y sumiso ante lo que vendrá después. Discriminar a los que no llegan a la nota mínima de un control escrito que en el futuro decidirá si eres bueno o no eres bueno. Te enseñan a olvidarte del arte libre y cambian el concepto de pensar por el de conformarse además de calificar de chorrada cualquier actitud que no se adapte a las normas que te harán ser un ciudadano ejemplar provisto de todo lo necesario para ello.

En el instituto te enseñan a aprobar, a memorizar, a no cuestionar nada que no venga en los apuntes. Te cuentan, de forma indirecta que lo importante es pasar un examen para llegar a la universidad. Nadie dijo que lo importante era aprender para crecer personal y profesionalmente. 
Llegar el primero y con un cerebro amoldado al gusto de los de arriba para que nunca puedas decir que tú piensas diferente. ¿La prueba de ello? Quedan descartados los temas que no entran en el examen y nadie se preocupa de mirarlos. Te enseñaron a obedecer y aprobar y lo estás haciendo muy bien.

En bachillerato tratan de que cumplas todo lo anterior dicho y que luches por sacar una buena nota para poder elegir tu carrera universitaria, curioso término para estas alturas: elegir. Ya quedaron apartados los que no llegaron a la nota mínima, los que no fueron capaces de aprobar las asignaturas. Todos los contenidos se dirigen única y exclusivamente a un grupo homogéneo de personas en las que misteriosamente cuando hay alguien que sobresale interesándose por otro tipo de cuestiones te llaman "raro". 
En dos años debes meterte en la cabeza todo tipo de temario, según la rama que escogiste. Por conclusión: no te da tiempo a aprender apenas, sino a memorizar porque ya lo único que importa es aprobar para pasar a la siguiente fase. Vomita todo lo que “aprendiste”, aprueba y olvídalo. Repite, ignora y obedece.

Y en la universidad otro tanto de lo mismo, pero se supone que aquí ya has elegido y estás estudiando aquello que te gusta, aquello con lo que sabes que ganarás más dinero y podrás tener una vida mejor (si la crisis nos deja) o aquella carrera que escogiste simplemente porque había que ir a la universidad sí o sí y esa te resultaba más fácil.

Surrealista, que todos hayamos escuchado alguna vez eso de “tienes que ir a la universidad para tener un trabajo mejor y cobrar más”. Error y más de lo mismo.

Este tipo de gobierno y de sistema, llámese capitalismo, fomenta un tipo de educación escolar que creará buenos trabajadores y buenos consumidores para poder seguir sustentando el nivel de vida de los de arriba. Otra intención parece ser que es eliminar gente que piense diferente, que actúe diferente y que se pueda movilizar contra las injusticias o hacerse preguntas que cambien las cosas. Eso no conviene, claro.

Profesores desmotivados que trabajan únicamente por dinero, alumnos aburridos en clase, sin motivación y con ganas de terminar. Se mata la cultura. ¿Cuántos profesores buenos realmente os habéis encontrado a lo largo de vuestra formación académica?

Todo esto lo resumiría con un claro ejemplo (que ya nombré en otra entrada) y es que en infantil cuando te portas mal te mandan al rincón de pensar  y es catalogado de incorrecto salirte de las líneas marcadas al colorear. Y los niños son esponjas que absorben todo y probablemente el espejo de lo que serán en un futuro.

Si la base de una sociedad está marcada por situaciones así, mi pregunta es ¿Cómo no nos va a ir mal? No echo la culpa a la educación, pero si que creo que es un factor predisponente y tremendamente importante. 

Creo, que ellos han conseguido lo que buscaban y más en estos tiempos. Los de arriba están robando, estafando, dejando su credibilidad por los suelos, presumiendo de ser unos ineptos e incapaces de administrar un país, que es lo que deberían hacer. Y nosotros estamos callados, aguantando y tragando, como bien nos enseñaron a hacer en el colegio. Nos han hecho creer que somos incapaces, que nuestro deber es trabajar y agachar la cabeza. Y la gente les creyó, por eso en este país una gran mayoría de ciudadanos pasan e ignoran la política. Por educación, no les vayan a catalogar de antisistema, que estaría mal visto.

Ignora, repite y obedece. Has aprendido bien. Toma tu título y no levantes la cabeza que aún queda mucho suelo que mirar para no tropezarse. Mientras nosotros disfrutamos del cielo que te perderás.

Absurdo y triste. Muy triste.

domingo, 27 de enero de 2013

Se quedaron las cosas sin su sentido


Se quedó el cielo sin su suelo, se quedó la noche sin sus estrellas, se quedó el vaso sin agua que lo llene, el olvido sin intención, la rosa sin sus espinas, el verso sin el arte, la música sin canción. Se quedó a oscuras la mañana, se quedó mudo el colchón, frío el café, rotos los libros, se quedó el chocolate sin sabor, la blusa de lunares sin lunares, se quedó marchito el invierno, se quedó sin flores la primavera. Se quedó pensando el inútil, se quedó sin esperanza Pandora, se quedó orgulloso el cobarde, se quedó el agua sin su mar, el ombligo sin su mundo, la lluvia sin su tempestad. Se quedó tan sola, que pensaba que ahora todo se había partido en dos. Tú te llevaste una mitad, yo me quedé con la otra. Tú la vives, yo la escribo. Y así se separaron el agua y el aceite, dudando, sigilosos pero acertados, como se queda uno desnudo frente a la ventana esperando que ocurra, que pase, que pase, que pase de una vez, cuando lo único que pasa frente a tu ventana es la vida, que se quedó sin su muerte y nada más. Porque este más, también se quedó sin su menos.



sábado, 19 de enero de 2013

Como estigmatizar un problema que no interesa.


No sé si a veces se nos escapan ciertos detalles o es que realmente no los queremos ver, pero hay ciertos aspectos que supongo sería de mucha ayuda tenerlos en cuenta aunque este texto sea demasiado subjetivo.

El punto número uno es que los problemas no se eligen, una persona no elige tener un problema, no elige pasarlo mal y no elige que hoy se va a levantar de buena gana porque la vida es maravillosa. Y es que viviendo en la calle de la piruleta, esquina de la golosina las cosas también pueden salir mal, pueden torcerse. Se te pueden torcer.

El punto número dos son los tipos de problemas, hay algunos que se escuchan mejor que otros, que son más “admisibles” porque ciertamente creemos que sabemos abordarlos, creemos que somos verdaderos sabios y por ende daremos el mejor de los apoyos. Pero el conflicto surge cuando ese problema no interesa. ¿Qué pasa cuando le cuentas a alguien un problema más feo de lo habitual? Que la mayoría da palmadita en la espalda y a otra cosa. No sé por qué exactamente pero no hay cosa más triste que alguien que intenta contar un problema y no es ni escuchado. Su problema queda infravalorado y la persona que lo sufre decepcionado consigo mismo por ser tan imbécil de contarlo y decepcionado por equivocarse de persona. Una vez más.

El punto número tres es lo que te dice alguien cuando le estás contando que hay algo en tu vida que va mal, que te preocupa más de la cuenta o que las cosas se han jodido pero bien. ¿Qué te dicen? “Ánimo”, “todo va a salir bien”, “no es para tanto”, “no te preocupes”… Tirando de tópicos. No necesitamos tópicos, esos nos los sabemos a la perfección todos y la teoría está genial, pero no esperamos ciertamente que nos digan eso. Supongo que algunos esperarán el consejo de su vida como respuesta a una pregunta lanzada a gritos pero en silencio en boca del problema ¿Cómo salgo de aquí?; Pero realmente un amigo no es un psicólogo y si hay algo que los debería de diferenciar son los abrazos. Un abrazo a tiempo salva. Un contacto físico traducido en un “no estás solo” o “estoy aquí” en todo eso que dicho de manera verbal no significa lo mismo.

El punto cuatro y tirándolo todo por la borda, me atreveré a decir que cuando le cuentas un problema a alguien y no es escuchado, es infravalorado y te quedas igual o peor que si no lo hubieras contado surge la necesidad de cambio. Cambia algo en tu vida o en las vidas que te rodean porque hay algo que está fallando. No vuelvas a pecar de ingenuidad, de confianza. A veces las personas que menos te conocen son las que más se pondrán en tu piel e intentarán ayudarte. Y esto no es un consejo es un punto de vista, una reflexión.

Personalmente, esto es lo que me ha enseñado el 2012. A pensar en los problemas, a no tratarlos como un tabú. A base de experiencia y como palo añadido, yo también me confundí y por eso sé de lo que hablo.

No hay nada más horrible que contar algo, pedir ayuda de manera indirecta y comprobar al rato que estás arrepentido de contarlo porque no ha servido para nada absolutamente. Es importante recordar que no todas las personas con las que contabas estarán ahí, aunque sean muy cercanas.

Por favor, no hagamos de la idea de “pedir ayuda” un estigma, no construyamos una frontera de hielo entre “necesidad” y “necesito pedir ayuda”. Sería una pena. 

martes, 8 de enero de 2013

Antes de todo... Perdona si necesito un poco de vino blanco.


- Las casualidades no hicieron la vista gorda, no nos volvimos a conocer en otra época y en otro lugar.
- Mirar al futuro sin miedo y enfrentarse al presente sin nostalgia. 
- No creerse dueña del azar. 
- Aceptar que tanto el tiempo como la distancia hacen estragos en todo.
- Comprobar que eres terrenal y que ciertamente... 
- Recordar que la vida está en la calle y no encima de los hombros. 
- Que los sueños y la realidad choquen los cinco de una vez por todas.
- Reconocer. (esto multiplicado por 10) 
- Dejar que utopía y locura vayan de la mano. 

A ver como lo mezclo para hacer la poción que salvará de una fuga de ideas a la estatua de sal que he pintado descalza y la he vuelto a llamar utopía.