sábado, 27 de abril de 2013

Me volveré paranoica.


Tengo que convencerme. Tengo que hacer una mirada introspectiva y convencerme de que soy así porque vosotros me habéis enseñado a serlo. Cuando haga esa mirada hacia mi misma voy a coger con estas manitas todo lo que no me gusta, todos los que no me gustan y lo voy a tirar a la basura: orgánico, vidrio y papel. Voy a despojarme de aquello que me da dolor de cabeza, que me cabrea, que me resbala y lo voy a hacer convenciéndome de que es lo mejor. Voy echar la vista atrás y voy a poner un asterisco encima de las personas que no estuvieron cuando las necesité, no como catalogación sino como señal para no repetir mis errores, para no repetirles.

Voy a quedarme parada un segundo y voy a pensar si lo que como es lo más sano, si lo que visto o desvisto está bien visto, voy a poner en referéndum personal si con quién me divierto, me aburro, me acuesto o me da buena conversación es aceptado por la mayoría. Y no es por llevar la contraria.

Tengo que ser intransigente. Inconformista. Fugaz. Activa. Rebelde como cuando gritaba en el Amarillo. Tengo que seguir siendo Amarilla (de corazón). Tengo que llenar mi vaso pero no medio lleno, entero, hasta que rebose, salga el agua y se formen en mis manos las cascadas de Erawan. Tengo que ir a Tailandia... Pero cuando ya me hayáis llamado egoísta unas cien veces.

Voy a madurar. Voy a dejar de ser optimista. Voy a dejar de creer que lo que busco es posible. No voy a hacer críticas a todo lo habido y por haber. Voy a dejar que sigáis diciendo que soy rara.

Voy a tener que callarme que estoy en contra de la tauromaquia, de la religión, de los políticos. Qué no apruebo la homofobia, ni el racismo, ni ningún tipo de machismo. Qué no me gusta la televisión, ni el fútbol y no soporto el autoconsuelo. Qué estoy a favor del aborto, de los matrimonios homosexuales y de la libertad de expresión.

Voy a tener que callarme tantas cosas que al final pensaréis que soy normal y tendréis que empezar a criticarme por lo que no soy.

Es una pena porque saben lo que pienso, pero no saben por qué lo pienso. Y empezaría a cambiar ya mismo, pero justo ahora me pilláis casi de camino al Viña Rock... Y ya si eso lo hablamos otro día. 

"Qué inmoralidad, qué blasfemia". 

jueves, 18 de abril de 2013

Todo lo que podrían haber sido y son a su manera.


Podría haber sido bailarina, poeta, médico o juez. Podría haber tenido un sueldo fijo, cenas de empresa, vacaciones de navidad. Podría haber tenido un armario lleno de ropa y unos zapatos de tacón, un teléfono con el que llamar a sus amigos. Podría incluso haber tenido amigos o marido, hijos o compañeros de trabajo. Podría haber llorado menos y haber vivido un poco más.

Podría haber tenido un pelo más bonito para poder peinárselo, una casa acogedora dónde cuidar a los suyos, un coche lleno de gasolina aparcado en la puerta. Podría haber ido a conciertos románticos, cenar a la luz de las velas y cantar coplas al lado del mar. Podría no haber tenido que ver a sus hijos marcharse de casa, a su marido llevárselos y a su gente darle de lado. Podría no haber tenido las manos agrietas de agarrarse con fuerza a los añicos de esa vida que se le rompió. Podría haber tenido a alguien, sí, yo creo que con eso se hubiera conformado. Con tener un hombro en el que apoyarse.

Podría haber estudiado, podría haber colaborado con una ONG,  haberse sentido buena persona. Podría haber cambiado el mundo, o al menos, hacerlo un poco menos malo. Podría haberse enamorado, haber hecho escapadas a la montaña y volver el lunes para estar a primera hora en el trabajo. Podría haber escuchado buena música, haber escrito relatos políticos, haber vivido solo una temporada en un apartamento. Podría haber tenido más confianza en sí mismo. Podría haber llegado a ser realmente bueno.

Podría haber reído sin sentirse culpable. Podría haber salido más de la cama, recuperar su trabajo y no sentir pena. Podría haber sido sanitaria y habernos curado a todos, podría haber tenido un gran amor esperando que volviera a casa. Podría haber tenido un jardín con muchas flores y una granja pequeñita donde mirar los animales, una bicicleta y unas gafas de sol. Podría haberse pintado los labios y rizarse el pelo para salir a la calle. Podría no haberse sentido sola, ni angustiada ni miedosa. Podría haber ganado ella la batalla.

Podría no haberse enamorado, no haber empeñado su vida, no vender su sonrisa al mejor postor. Podría no haber conocido nunca aquella farmacia ni a aquel médico. Podría haberse sentido más guapa. Podría haberse querido más. Podría haber entendido la vida y la muerte. Podría haber hablado de la muerte. Podría haber sido una gran universitaria. Podría no haberse dejado llevar por el pánico. Podría haber sido bonito.

Podría no haberlo perdido todo. Podría haberse tomado más cafés en la vieja mesita de su casa. Podría haber ido al banco, sacar dinero e irse de viaje. Podría haber aprendido idiomas. Podría haber bailado el vals el día de su 25 aniversario. Podría haberse casado, ver corretear a sus hijos por el salón. Podría no haber tenido el ceño fruncido ni temblar tanto. Podría haberse acordado del pasado para no repetir errores. Podría no haberse quedado solo. Podría no haber vivido de la nostalgia.

Podría haberse hecho más tatuajes. Podría haber ido los domingos a tomar un vermut con sus amigos. Podría haber sido técnico de rayos X en un hospital, cirujano u oncólogo. Podría haberse dejado la barba más larga del mundo. Podría no haber ido a la iglesia, ni haber sido católico. Podría haberse sentido más joven, más querido. Podría haberse separado de esa botella de whisky a tiempo. Podría haberlo hecho mejor, pero no podría haber sido mejor persona.

Podría haber tenido un coche. Podría no haber tenido una moto. Podría haber vivido sin su familia, sin sus hermanos. Podría haber seguido con el hombre al que quiso. Podría no tener una cicatriz, ni esa pena, ni ese miedo. Podría haberlos dejado plantados a todos. Podría haber huido. Podría haber estado sola. Podría haberle echado más morro a ciertas situaciones. Podría no haber sido manipulada. Podría haberlo intentado, pero se sintió demasiado culpable.


Todos podrían haber sido felices, pero eso ya nunca lo sabremos.  Perdieron la batalla pero no se les puede considerar perdedores. Ganaron a su manera, aprendieron a sobrevivir, a respirar.
Ojalá que la próxima guerra que tengáis que librar, sea de almohadas y no haya ningún golpe nuevo que os pueda hacer llorar otra vez.

Escrito con un enorme cariño  y el más grande de los agradecimientos "Búhos"


"Ponte el mundo por bandera Laura, que tú eres diferente y vas a llegar a ser más grande de lo que ya eres"

lunes, 8 de abril de 2013

Quién esté libre de cargas que salga corriendo primero


¿Por qué la gente no sale corriendo?
Todos lo imaginamos, palpamos ese momento en nuestra mente y lo saboreamos con todas nuestras ganas. En algún momento de vuestra vida sé que lo habéis pensado. Lo dejas todo y corres, solo corres.

¿Y por qué no lo hacemos?

No lo hacemos porque nos han enseñado que eso es egoísta, que está mal. Nos dijeron que huir no era la meta y que los problemas hay que afrontarlos. No huimos porque nos han metido miedo para que no lo hagamos. Nos han enseñado a perder tantas veces que se te olvida que igual huir no es la meta, pero que eso no es lo importante porque no es lo que tú quieres. Nos han enseñado a tener una hipoteca, un coche aparcado en la puerta de casa, un trabajo respetable… Cosas materiales que te aferran a que no te puedas ir. Como las bolas de los presos que te atan, te atan y te exprimen. Como sus ojos condenándote con la mirada para que no lo hagas. Para que no corras.

Nunca nos paramos a pensar en quienes somos, qué queremos. Todo va siempre demasiado deprisa para que no te pares a preguntarse ese tipo de cosas porque entonces sí que saldrías corriendo. La mayoría de la gente sueña con casarse y tener una familia, un buen trabajo, días libres los domingos y vacaciones en la playa con sombrilla incluida. La gente quiere eso porque es lo que conoce, es lo que nos han enseñado, se creyeron lo de que mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer, ¡qué estúpida es esa frase!

Nadie se imagina su futuro corriendo. Qué futuro es ese, dirían. O peor aún, seguro que alguien añadiría “De lo bonito no se come” ¿Y es que de lo feo si? Ahora me entero.
Imagínate por un segundo corriendo en dirección contraria, solo, con mucho viento, sintiéndote libre ¿No te dan ganas de gritar mientras huyes? Oye que igual la felicidad no es la meta que todos buscan, que igual la felicidad es una actitud y la meta descubrir la actitud y disfrutarla.
No es cierto lo que dicen, no hay verdades absolutas. Solo es su punto de vista, no que no se te olvide. 

Y el que esté libre de cargas, que salga corriendo primero. Que una cosa es egoísmo y otra cosa es lo que quieren que creas. Que es una decisión como todas las demás. 

Y ojo, que yo no incito a nadie a salir corriendo, que a mi también me enseñaron eso. Yo solo quiero que penséis más posibilidades. Que no todo termine en un altar... 

miércoles, 3 de abril de 2013

La naturaleza de las líneas paralelas


No le vi mirar hacia atrás cuando salió por la puerta, ni una sola vez se giró para ver que se perdía yéndose tan lejos. Nunca le vi pestañear cuando tomaba decisiones serias o temblar mientras bebía café y yo le miraba despistada. No llegó a dudar nunca sobre las cosas que hacía o sobre las que dejaba pasar porque se guió siempre por impulsos instantáneos, impulsos o corazonadas que hacían que estuviera tan seguro de sí mismo que el círculo polar ártico se hubiera derretido allí mismo si él lo hubiera querido así.

Éramos la duda y la certeza. Demasiado diferentes diría yo, para caminar en el mismo sentido y hacia el mismo lugar. Siempre odié las líneas paralelas, porque no podrían llegar a juntarse nunca aunque quisieran, era su naturaleza. Teorías exactas, dibujos milimétricos que nos separarían siempre. Vidas en mundos opuestos pero paralelos, que jodida metáfora.

No sé por qué pero me gusta la gente que no duda, que no tiembla y que se lanza al vacío en un abrir y cerrar de ojos y ya se puede caer el mundo ahí fuera que no importa porque si se cayera sabría que le iba a pillar en el aire y no pasaría nada.

Lo cierto es que no volví a ver al chico que no dudaba. No volví a saber de él y ya me olvidé de cómo eran sus ojos, su risa, su pelo y su olor. Ya no recuerdo qué tono tenía su voz ni como era su cara cuando dormía. ¿Cómo se puede echar de menos algo que no recuerdas?
Que lo que quiero lo olvido y lo que no quiero lo recuerdo.

Son curiosas las líneas paralelas porque sé que está ahí pero nunca lo voy a poder tocar aunque vayamos al mismo lugar, a la misma ciudad, no nos encontraremos jamás porque ya no nos conoceremos.