martes, 21 de mayo de 2013

Para hablar de uno mismo no hace falta ser escritor


Cuando era pequeña soñaba con escribir un libro. Soñaba con ser escritora. En la secundaria lo que quería era poder trabajar en oncología. Apasionantes mundos ambos que me han traído hasta lo que soy ahora, una estudiante que escribe en sus ratos libres y que se ha olvidado de lo que realmente deseaba.

Dice unos de mis escritores favoritos que crecer es aprender a despedirse y no había entendido el concepto hasta que llegué aquí, crecer es aprender a despedirse de los sueños y materializarlos en metas realistas, en metas que cumplir a largo plazo, que sean objetivas y que renten.

Faltan ocho meses para que me vaya de esta ciudad y en estos últimos dos años he aprendido a crecer y a despedirme mucho más de lo que me imaginaba, he aprendido a crecer interiormente y he aprendido a conocerme realmente. Y aunque me cueste reconocerlo, todo se lo debo a esta ciudad a la que no he sido capaz de coger ni un poquito de cariño.

No hablaba este escritor sobre si las despedidas eran felices o tristes y creo que nunca había llegado a pensar que hubiera despedidas alegres, o más que alegres, necesarias. La necesidad de terminar etapas, de coger ese pasaporte tan ansiado que se llama “título universitario” y actuar como si estos dos años hubieran sido un puente hacia lo que comúnmente se llama libertad.

Es necesario pasar por ciertas etapas, y me he dado cuenta de que era necesario que yo pasara por aquí para entender muchas cosas, para valorar muchas otras y para saber que ni la mitad de las personas que muchas veces tenemos al lado son imprescindibles. Qué hay que quererse más y luchar más.

Si cuando llegué aquí, me hubieran preguntado qué quería hacer al terminar la carrera, ni las palabras escribir, terapia ocupacional u oncología hubieran estado presentes. Si me hubieran preguntado, habría respondido que lo que quería al terminar la universidad era darme a la fuga, en el sentido más surrealista de la palabra. Hoy sé lo que quiero y lo que no quiero y sé que tengo un nuevo destino y las mismas ganas de irme que el primer día que llegué aquí pero que darse a la fuga es tan importante como saber por qué lo haces.

Y no sé exactamente por qué mezclo todos estos conceptos en una entrada pero supongo que necesitaba verlos juntos para matizarlos, para plasmarlos y para creerme que no he crecido demasiado y que aún sigo teniendo los mismos sueños que hace ya tanto tiempo.

Se podría resumir todo con este último apunte: no solo son importantes los sueños sino también el lugar que escojas para realizarlos.