jueves, 22 de agosto de 2013

Mi musa está de vacaciones, como casi todo

De poetas que nacen callados y aprenden a hablar entre pequeños suspiros donde la naturaleza se vuelve eterna en un verso y las musas se vuelven ermitañas inclinándose ante cada rima.

De escritores varados en los bares ausentes de toda lucidez, encallados y maltrechos atados a una copa de ron que les devuelve la inspiración más suprema y a la vez más tenue, bendita prosa se sube trepando a sus mejillas sonrosadas por el paso del tiempo.

De besos enfrentados cara a cara, frente a frente y sin bajar la guardia, aguantando la mirada desafiante que dura una milésima de segundo por ver quién se acerca primero, quién muerde y quién se echa a reír antes de que al otro le dé tiempo ni siquiera a reaccionar.

De barcos que naufragan en el mar de tus pupilas, de exploradores que se pierden navegando por tu pelo, embriagados por tu olor, de vientos y mareas que se retuercen por volver a notar tu sonrisa en un leve vendaval que se lo lleve todo, porque quiere tocarte de nuevo, quiere quererte de nuevo, de esos poetas que decía que hablarían de ti si tuvieras piel de musa, que te reinventarían y te escribirían versos cada vez que te vieran despertar, que no hay cosa más linda. De escritores y besos que mala combinación, pero también de ganas de empezar cada día, que morder por primera vez y de encontrarte entre sábanas, guitarras y libros.


Bohemio, si no sabes ser musa para qué te enamoras de un escritor.