miércoles, 7 de mayo de 2014

¡Te quiero por los sueños!

Te conocí muda y te quise a voces. Nuestros dedos encontraron las manos del otro primero, y después fuimos nosotros. Tan torpes y fugaces como nos acostumbró la vida. La vida, la misma que ese tramo de la historia nos intentó convencer de que cualquier principio tenía precio mientras nosotros descubríamos que esa era la forma justa de agachar la cabeza.

Te conocí rota, y te quise por fascículos. Viví esperando la siguiente entrega, la siguiente  parte que me recompusiera, el siguiente beso que confirmase que nos queríamos como locos. Uno era un descosido y el otro tiraba del hilo que hacía bailar este vaivén de sinsentidos. Vivíamos deprisa por si esto se acababa, por si la cuerda de la que tirar aflojaba.

Te conocí atada y te quise volando. Yo no sentía que estaba en las nubes, yo sentía que volaba en una caída libre hacia tierra, adrenalina pura.

Te conocí dormida y te quise por los sueños, te quise porque contigo era fácil soñar.

Te conocí sin querer. Te conocí a oscuras. Te conocí con versos. Nos conocimos como locos. Nos conocimos como si se tratara de toda la vida, como si siempre hubiéramos estado esperando esta coincidencia. Pero te quise desconocido, te quise lejos, te quise perdido.


Te conocí cuando no sabía echar de menos. Te conocí cuando el deshielo de los polos no importaba si en nuestra nevera seguía haciendo fresquito para cervezas.


Te conocí ingenua y te quise, cuando aprendí que el amor propio suena a voces, viene por fascículos, vuela alto si lo mimas, sueña, da luz en cualquier oscuridad, es libre y capaz de recomponerte cuando te deshielas.



No somos mitades incompletas, que nunca se nos olvide pulir el amor propio, que es el que nos impulsa a avanzar y a ser libres y felices. 



Estoy aprendiendo mucho mirando el mar y mirando dentro de mi y descubriendo que esta ciudad tiene más magia de la que pensaba.