martes, 6 de octubre de 2015

Los círculos no pueden hacer barricadas

Ella estaba en la orilla del mar mirándose las muñecas, quería asegurarse de que las venas aún seguían en su sitio. Demasiado tarde para romperse los dedos, aunque los nudillos pensasen otra cosa. Acababa de partirle la cara a una chica que se había cruzado en su camino. Ella iba caminando en línea recta y alguien se puso en medio. Rompió sus esquemas y no tardó ni dos segundos en reaccionar. Se asustó y le pegó una paliza, la dejó inconsciente en el suelo sangrando por la nariz, sin pensar en nada. Porque uno no piensa en nada cuando va a romperle la vida a alguien, aunque todos digan que si para disimular esa falta de empatía que demuestra que talento y corazón van unidos. La dejó tirada y se fue sin mirar atrás. Tenía pánico a mirar atrás, nunca se le dio bien aceptar el pasado. 

Ella vivía caminando mirando al cielo, era lo único que sabía hacer. A veces se sentaba en un banco detrás de un árbol y dibujaba círculos. Le gustaban los círculos, no tenían fin. Quizá ella pensaba que caminaba en círculos y no en una línea recta, quien podría saberlo. 

Era una bruta, rompía con todo, nadie sabía llevarla, estaba tan desquiciada que pensaba que podía cambiarse a sí misma. Ella no quería cambiar el mundo, sino cambiarse a sí misma, qué locura... Que no veía pajas en ojos ajenos sino una viga cargada sobre sus pestañas siempre antes de dormir.

Quería haber sido cantante, pero las notas musicales no van en línea recta y ella no sabía caminar torcido. Culpaba de su fracaso a la visión en túnel. Que poco audaz fue. Con todo el sentimiento a flor de piel que tenía. Alguien debería haberla dicho que el mejor estribillo de una canción era el sonido de su risa. Que el mejor acorde era ella recogiéndose el pelo. Tarareaba cuando se agachaba a recoger las piedras de su camino recto para tirarlas a la cuneta sin saber que eso la impediría tomar alguna curva.

Era una desgraciada. Daba lástima. No estaba enamorada. No era bonita. No era risueña. No era coqueta. No era buena trabajadora. No era buena estudiante. No era buena mujer. Ni siquiera estaba perdida aunque todos la buscaban. La buscaban los que querían cambiar el mundo.

Cuando estaba en la orilla del mar, alguien apareció. Se fue acercando poco a poco para no asustarla y parado al lado de ella dijo:

- Queremos ayudarte.

- Queréis ayudaros a vosotros mismos. - Ni siquiera le miraba.

- ¿Por qué dices eso?

Sonreía. - Porque no habéis sido capaces de ayudaros a vosotros mismos, vuestra conciencia no puede asimilar eso y os pide que salvéis a alguien para compensarlo.

- Vamos a casa, anda y lo hablamos tranquilamente que algún día te vas a meter en un problema serio...

No había problemas serios para ella. Los demás solo contaban las hostias que daba a las demás chicas, pero por dentro ella se machacaba cada día. Eso no cuenta. La policía no viene a detenerte porque te estés pegando por dentro. Qué mierda es eso, dirían. Llama a un psiquiatra, la niña está loca.

Dejó de mirarse las muñecas y le siguió a casa. Él hizo una broma para que se riera y ella empezó a sonreír mientras se recogía el pelo.

- Quiero ser un círculo.


- Las líneas rectas no pueden ser círculos, eso se nace, no se hace. Mañana mismo vamos al médico. Estás loca, niña. 

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