Escríbeme algún día, cuando te sientas solo por ejemplo.
Cuando te asomes al precipicio y te acuerdes que el vértigo sigue haciendo de
las suyas. Cuando intentes sonreír pero tus labios te lo impidan. Cuando beses
a otra que no soy yo y te pongas nervioso. Podemos ser amigos.
Llámame, que los finales se pueden tachar, romper, borrar.
Que podemos hacer una cometa con el punto y final y mandarla a la mierda. Que yo
voy coleccionando folios en blanco para mostrarte cuando pienses que ya se
acabó todo. Mira, mira, mira. Todo esto es nuestro. Pero si no los quieres no
pasa nada, al final lo importante no es de quién se escribe, sino donde se lo
escribes.
Cuéntame cómo te va, en qué piensas antes de dormir y que es
lo primero que buscan tus manos cuando te despiertas. Dime que te va bien, que
eres feliz, al fin. Que te gusta lo que haces, que tienes tiempo para volar,
que ya no huyes cuando todos se giran. Que conociste a alguien que te hace
vibrar, que te sientes más vivo que nunca. Más vivo que conmigo. Que me
olvidaste, que en todo este tiempo no pensaste en mi, que avanzábamos por
inercia hacia un lugar sin luz y que juntos no hubiéramos sido felices. Dime qué
era lo mejor para los dos. Separarnos. Que fue una buena decisión y que nunca
te arrepentiste. Que el problema al final te hizo aclarar las ideas. Que ya no
tienes un desastre arañándote las heridas. Y secándote las lágrimas.
Escríbeme, que ya no estoy nostálgica de ti. Escríbeme ahora
que me puedes contar la verdad, no tengo muchos momentos objetivos en mi vida.
Aprovecha para decirme lo que nunca me dijiste porque dolía. Ahora que no duele
tu ausencia. Ahora que seré capaz de alegrarme por ti. De desearte lo mejor.
Ahora que tu mundo salió de mi órbita, ahora que no reconozco lugares donde
estuvimos juntos. Ahora. Llámame, coge el teléfono y pregúntame. Yo sigo
trepando por la estatua de sal, pero ahora, ya no tengo dos cuerdas y pago a
plazos fijos el salvavidas. Por si vuelves. Tengo asegurado a todo riesgo el
corazón.
Es broma, quedaba poético eso del corazón. En verdad tengo
aseguradas mis manos, mis pupilas, mis rodillas, mis tatuajes y mi sonrisa,
para que me veas entera, para que veas que recompuse los pedazos y que Lasai
sigue viajando descalza. Exactamente distinta que antes de conocerte.
Nunca entendí el concepto de amor cautivo, porque lo importante
de que alguien se fuera de tu vida es que te dejaba un ideal y los ideales no se iban si uno no los echaba. Aprendí a quedarme con eso.
Y creo que una vez más, si el éxito es aplicable al fracaso,
volví a acertar de lleno.
Lasai tiene un cuaderno nuevo de viajes. Y ya no escribe
solo cuando está triste. Ahora escribe cuando se vuelve loca también.