martes, 31 de enero de 2017

No puedo vivir sin ti. Te recuerdo hasta en el pasaporte.

Mi querida patria. El lugar donde nací. El país que acogió mis primeros pasos. 

Mi patria, que cuelga hermosos crucifijos en las escuelas públicas con toda su buena intención y su buen hacer, para que nos protejan. 

El país que quiso que yo, fuese apta para cursar estudios universitarios sólo por haber demostrado en el último momento que tengo buena memoria para retener asignaturas que me capacitarían para estudiar una carrera y solvencia económica. 

Mi querida patria. La misma que decidió que la universidad pública debía pagarse para rentabilizarse y gracias a esa sabia decisión pudimos disfrutar de una educación de calidad. 

Mi amado país, que tomó la medida de que yo, jamás tendría derecho a beca con mi unidad familiar. Gracias dios por darnos esta riqueza y por guardar el Estado español tantos años. Mi país. Ese que quiere que la mayor inversión que haga en mi vida sea en pagar mi vocación. Año tras año. 

Mi patria. Que me negó el Erasmus porque no lo merecía y aunque recé por ello, lo acepté como parte de mi penitencia. Menos mal que mi país aconfesional me enseñó a redimir mis pecados. 

Mi querida patria. Esa que premia a los estafadores fiscales y protege la corrupción, donde quiera que estén, sean de la clase social que sean y siempre sin querer. Hasta las más democráticas dictaduras se equivocan. Perdónales señor porque no saben lo que hacen. 

El país que me animó a que me fuera al extranjero a trabajar, porque aquí sólo tienen futuro los hijos de grandes poderes adquisitivos o lo que mal comúnmente se llama enchufismo. Mi patria sabe que eso no es cierto. Sabe que a veces miento. Perdóneme usted.

El país que me negó la sanidad cuando empecé a cotizar fuera del Estado. Tres veces Pedro negó a Jesús. Y ya sé que él no se quejó tanto pero a veces me cuesta ser tan buena persona. 

Mi querido país, que nos vendió Bolonia como futuro europeo y nos consoló como una buena madre cuando nos dimos cuenta de que eso era una vil mentira afianzada por los pecadores. Si querías Bolonia para trabajar cualificadamente en Europa solo teníais que pagarla, más. Sí, más aun. Mi pobre patria que carece de financiación. 

Cuando regresé, me contó con dulzura cómo iba a ser a partir de entonces mi seguridad social y yo le creí cuando me dijo que todo iría bien. Después, mi queridísimo, pero queridísimo país, me negó la beca como individuo independizado. Yo les había mostrado cómo leer documentos en inglés, pero pobre gobierno que nunca tuvo para pagarse las clases particulares por culpa de gente como yo. 

Mi hermoso país lleno de vida, de sol. De iglesias. De moros, de negros, de sudamericanos, de maricones. De terrazas. De oportunidades. De calidad de vida. De estado de bienestar. 

Gracias. Gracias y mil veces gracias. Por formarme, por dejarme avanzar. Por no dejar que me olvide de mis raíces, de quienes me apoyaron durante todo el camino y de quienes me dieron la espalda. Dios perdona, pero bienaventurados los que nos son dioses. Gracias, por enseñarme quién es el enemigo. Sin ti, todo esto no habría posible. 

Las alas, como las banderas, bien negras siempre, que lo destiñan todo.

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